La gran simulación

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Elemental

Gilberto Uribe*

 

El PRI, después del estrepitoso fracaso electoral de hace un año, otrora partidazo, realiza un proceso amañado para elegir a su nuevo dirigente nacional. Ante la ausencia de autoridad política y física del expresidente Enrique Peña Nieto, los gobernadores de este partido político toman en los hechos el bastón de mando y se erigen en los fieles de la balanza y dan de antemano todo el apoyo material y logístico para que Alejandro Moreno Cárdenas, gobernador con licencia del estado de Campeche, se erija como nuevo tlatoani de la militancia, ahora escasa y poco participativa.

Empezó el cochinero, con la burda maniobra, pero efectiva de hacer dimitir en sus aspiraciones al Dr. José Narro Robles, único precandidato con prestigio personal, académico, y eficiente y honrado funcionario público. Narro Robles fue víctima de fuego amigo, de amagos de investigación por probables actos de opacidad durante su gestión como Secretario de Salud con Pena Nieto, pues el presidente López Obrador lo etiquetó como un traidor desde el momento en que aceptó invitación a formar parte del pasado gabinete. Dadas estas circunstancias, renunció a su candidatura y a su militancia, lo que privó a sus miembros de una autentica elección.

Ivonne Ortega Pacheco, descendiente directa del cacique político yucateco Victor Manuel Rivera Pacheco, hijos de la revolución pues, en los hechos, con su participación solo contribuyo a legitimar, que no democratizar, el proceso de elección.

No hubo ni  emoción de la militancia ni mucho menos atención de los medios de comunicación nacionales, el evento de elección fue escasamente mencionado en las benditas redes sociales, hubo menos asistencia que a un partido del Necaxa, cuando jugaba en Estadio Azteca, en donde asistían apenas decenas de aficionados. En este caso de la supuesta militancia de 7 millones 500 mil solo participaron menos del 30%, es decir poco más de 2 millones de votantes.

No es para menos, el nuevo PRI, que son toda esta cofradía de gobernadores y algunos ex, como son los casos del de Nayarit, Jalisco, Veracruz, Coahuila, Nuevo Leó. y Quintana Roo, lo hundieron en el  desprestigio más profundo por sus actos de soberbia y de corrupción.

De estos actos habría que ver si  está libre de toda culpa el futuro presidente del Revolucionario Institucional, lo cual no es un asunto menor, pues de esto depende que pueda ejercer una oposición firme en este gobierno de la Cuarta Transformación o será un blanco fácil ante cualquier cuestionamiento de las huestes de AMLO.

Respecto a la pasada administración, en donde quiera que señale el presidente sale el olor nauseabundo de la corrupción, el partido no tiene autoridad moral, militancia ni sustento social, para ser un auténtico contrapeso del gobierno federal.

No digo que el PRI esté muerto o que en su caso no pueda reconstruirse, porque en la política mexicana y en la biblia los muertos resucitan, pero sí sé que ésto en caso de darse, no será en el corto plazo.

 

*Opinión de Gilberto Uribe albergada en Elemental, de Andrés Gómez.

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