LA GUERRA Y LA PAZ

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En 1864 convaleciente de una caída de caballo en una partida de caza en la que se rompe un brazo, León Tolstoi inició su obra cumbre Guerra y paz, que a pesar de las guerras sucesivas no ha sido superada ni igualada en el mundo moderno.
“Guerra y Paz –escribe el biógrafo de Tolstoi, Romain Rolland—es la más basta epopeya de nuestro tiempo, una Ilíada moderna. Se agita en ella un mundo de figuras y de pasiones.” Nos dicen los estudiosos de su obra que esta muchedumbre de seres vivientes, los infinitos episodios, los sucesivos escenarios de la ciudad, con su tumulto, y de la naturaleza, con sus efluvios, la frívola sociedad rusa de la anteguerra, el ejército ruso en Austria, la vida militar, las almas atormentadas, las mujeres, la bondad, el perdón, la ternura, al lado de la crueldad y la barbarie, constituyen esta sinfonía épica, las prosas profanas, saturadas de poesía.
La fatalidad más formidable que la que los dioses homéricos crean entre los mortales, produce el desencadenamiento de las fuerzas elementales que ni la razón ni la voluntad de los hombres pueden cruzar ni dominar. Por su parte el religioso espíritu de Tolstoi trata de conciliar entre la fatalidad y la providencia: “La prueba más difícil es la sumisión de la libertad humana a las leyes divinas. La sencillez del corazón consiste en la sumisión a la voluntad de Dios.”
Para el autor los verdaderos protagonistas de las guerras son los pueblos. En el oscuro heroísmo de las masas, en la sumisión del mujik, es donde Tolstoi describe la verdadera grandeza de la guerra. Dice Rolland “Pero ¿Qué decir de la extraordinaria potencia vital de esos centenares de héroes, todos individuales y diseñados de un modo inolvidable, soldados, labradores, grandes señores, rusos, austriacos, franceses? …Lo que constituye, sobre todo, el mayor encanto de Guerra y paz es su juventud de corazón. No hay obra de Tolstoi que presente esa riqueza de almas de niños y adolescentes; y cada una es una música de tan puro manantial, de tal gracia, que penetra y conmueve como una melodía de Mozart…”
No debemos dejar de considerar que el gran pensador pacifista participó en la guerra en su juventud como militar en el Cáucaso, en Crimea y en el sitio de Sebastopol, donde se batió como capitán de Artillería. Al reflexionar sobre la guerra nos dice Tolstoi: “…Sólo me preocupaba este problema: ¿Bajo la influencia de que sentimientos se decide el hombre, sin tener un tinte visible, a exponerse al peligro y, lo que es aun más asombroso, a matar a su semejantes?”
Los protagonistas de su obra son sin duda Pierre, hijo natural del Conde Bezujov, quien lo reconoce en su lecho de muerte y de quien hereda su riqueza y su título nobiliario. Descrito a través de innumerables páginas, dice de él Tolstoi: …“Para los moscovitas, Pierre era siempre el hombre original, más encantador, más inteligente, el más alegre, el mejor, magnánimo, distraído y generoso, un señor ruso chapado a la antigua. Su bolsillo estaba siempre vacío por estar abierto para todos.”
El otro gran personaje lo es sin duda alguna Natasha, la adolescente que canta con alegría y desenfado las tonadas rusas de la época, lo mismo que hace piruetas de los bailes rusos populares. A través de cuya visión sentimos y vemos a muchos de los apasionantes personajes de la aristocrática sociedad. A la vez que penetramos en el mundo de la alta sociedad, y que en sus reuniones y frivolidades identificamos la influencia francesa, que más tarde nos habrá de describir con maestría Marcel Prost.
Denisov es un personaje secundario a través del cual el autor nos muestra el arte de su danza, “….Miró a Natasha con expresión de triunfo y, de pronto, dando un golpe con un pie en el suelo, empezó a dar vueltas como una pelota en torno al círculo, arrastrando tras de sí a su dama. Avanzó hasta el centro de la sala con un solo pie, directamente hacia las sillas, como si no las viera; pero súbitamente, juntó las espuelas, abrió las piernas y se detuvo un segundo. Luego volvió a dar un golpe con un pie y giró de nuevo por el centro. Natasha tenía que adivinar lo que iba a hacer; lo seguía abandonándose a él.”
Al describir una jornada de caza aprovecha Tolstoi para mostrarnos algunas escenas de la vida del campo: “….Hacia el anochecer, cuando Ilaguin se despidió de Nikolai, este se encontró tan lejos de su casa que aceptó la invitación del tío para ir a su aldea de Mijaiovka.” Ya instalados, el tío: “ ….Con un gesto un tanto teatral, separando el codo izquierdo, tomó la guitarra, y, guiñando un ojo a Anisia Fiodorovna, dio un acorde sonoro y claro y, lentamente, con calma, pero con firmeza, empezó a tocar la conocida canción: “Por la calle empedrada”. Nikolai y Natsha sintieron vibrar en su alma al unísono y con alegría el tema de aquella canción…” Más tarde: “….Natasha bailó con tanta perfección que Anisia Fiodorovna, que le había dado el pañuelo necesario para la danza contempló con los ojos llenos de lágrimas provocadas por la risa a esa muchacha delgada y graciosa –tan ajena a ella, vestida de seda y terciopelo— que sabía comprender todo lo que había en ella, en su padre, en su tía, en su madre y en cada ruso.”
En la lucha contra el ejército invasor Kutuzov había sido nombrado jefe del ejército, contra su voluntad por el emperador ruso, sin embargo este militar viejo y ciego de un ojo entendía lo que su ejército y el pueblo ruso querían. Enfrentó, como sus soldados deseaban, el ejército de Napoleón tres veces más numerosos que el ruso y contrario a sus antecesores, no presentó retirada en la batalla de Borodino, iniciando así el desmoronamiento del ejército francés. Para Tolstoi el aniquilamiento de un ejército de seiscientos mil soldados, se debió a que un adversario de una fuerza moral superior dejó caer su brazo sobre él. La siguiente decisión de Kutuzov fue no presentar resistencia a Napoleón permitiéndole tomar Moscú, que al ser incendiada terminó con las provisiones del invasor lo que finalmente significó su derrota.
Quienes han estudiado su obra dicen que Tolstoi como pensador puede ser discutido; como artista, contará siempre como Homero, entre los más grandes de la Humanidad. El autor mismo, quien era severo crítico de sus obras le dijo a A. M. Gorki: “Sin falsa modestia, la Guerra y la paz es como la Ilíada.” Sus estudiosos afirman que es como la Ilíada y la Odisea al mismo tiempo de la literatura rusa.

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