La huella luminosa de la Independencia en Jalisco

Puntos y Contrapuntos

Criterios

 

Septiembre es un mes singularmente inspirador, porque evocamos lo que un día fuimos, cuando nuestros ancestros, los antiguos mexicanos, construyeron ciudades y civilizaciones que deslumbraron a los dioses y los dejaron sin aliento; cuando rescatamos nuestros sueños de construir la nueva gran nación mexicana; cuando renovamos nuestra fe, en la búsqueda incesante de la buenaventura que nos lleve al paraíso, aunque las desgracias, los desencantos y las frustraciones se empecinen, con férrea tenacidad, a conjurar nuestra esperanza.

Septiembre es el mes de la patria. Se rememoran los hechos trascendentes de la Guerra de Independencia, iniciada la madrugada del domingo 16 de septiembre de 1810 y concluida el jueves 27 de septiembre de 1821.

La gente celebrará ─aunque no son estos los mejores tiempos para el país, ni para Jalisco─ en esta tierra occidental donde quedó una profunda huella de esa gesta histórica que dio origen a la nueva nación mexicana, tan maltratada y agraviada por sus presuntos servidores, muy ajenos y lejanos al ideal del cura don José María Morelos y Pavón, quien que en 1813 -cuando era el jefe máximo de los insurgente- se declaró “Siervo de la Nación”, al rechazar con humildad y dignidad el título de “Alteza Serenísima”, que le quiso conferir el Congreso de Chilpancingo.

Habrá celebraciones para exaltar un patriotismo que parece exhausto, desfalleciente y maltrecho, que sólo sobrevive porque en el fondo de las almas y de los corazones sigue atesorada la última reserva moral y ética que inspira a una nación que se niega a rendirse.

Corren tiempos que el escritor Albert Camus describe en la distancia, con singular precisión, en el discurso que pronunció el 10 de diciembre de 1957, en Estocolmo Suecia, cuando recibió el Premio Nóbel de Literatura.

Tiempos ingratos para varias generaciones de jóvenes que ven con azoro un mundo en el que son herederos “de una historia corrompida, en la que se mezclan las revoluciones fracasadas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos, y las ideologías extenuadas; en la que poderes mediocres, que pueden hoy destruirlo todo, no saben convencer; en la que la inteligencia se humilla hasta ponerse al servicio del odio y de la opresión”.

 

HIDALGO

Fue en estas tierras, que por entonces se conocían todavía como la Nueva Galicia, donde el Padre de la Patria, don Miguel Hidalgo y Costilla, declaró en Guadalajara, en el año de 1810, la libertad de los esclavos y la abolición de algunos tributos y otras providencias, en su carácter de Generalísimo de América.

El decreto, firmado el 6 de diciembre de 1810, decía textual: “Desde el feliz momento en que la valerosa nación americana tomó las armas para sacudir el pesado yugo, que por espacio de cerca de tres siglos la tenía oprimida, uno de sus principales objetos fue extinguir tantas gabelas (tributos, impuestos, contribuciones) con que no podía adelantar su fortuna; mas como en las críticas circunstancias del día no se pueden dictar las providencias adecuadas a aquel fin, por la necesidad de reales (dinero) que tiene el reino para los costos de la guerra, se atienda por ahora a poner el remedio en lo más urgente para las declaraciones siguientes”.

Enumeraba una serie de disposiciones: “Abolición de la esclavitud y de los tributos: 1.- Que todos los dueños de esclavos deberán darles libertad dentro del término de 10 días, so pena de muerte, la que se les aplicará por trasgresión de este artículo; 2.- Que cese para lo sucesivo la contribución de tributos, respecto de las castas (derivadas de las mezclas de sangre entre diversas razas) que lo pagaran, y toda exacción que a los indios se exija”.

Advertía, textual: “3.- Que, en todos los negocios judiciales, documentos, escritos y actuaciones, se haga uso del papel común, quedando abolido el del sellado. Que todo aquel que tenga instrucción en el beneficio de la pólvora, pueda labrarla sin más pensión que la de preferir al Gobierno en las ventas para el uso de sus ejércitos, quedando igualmente libres todos los simples de que se compone. Y para que llegue a noticia de todos, y tenga su debido cumplimiento, mando se publique por bando en esta capital, y demás ciudades, villas y lugares conquistados, remitiéndose el competente número de ejemplares a los tribunales, jueces, y demás personas a quienes corresponda su inteligencia y observancia”.

Concluía: “Dado en la ciudad de Guadalajara a 6 de diciembre de 1810.- Miguel Hidalgo y Costilla, Generalísimo de América. Lic. Ignacio Rayón, Secretario”.

La Guerra de Independencia se había iniciado la madrugada del domingo 16 de septiembre de 1810, en el atrio del templo católico de la población de Dolores, en el estado de Guanajuato, donde el cura Hidalgo y Costilla convocó al pueblo a la rebelión.

 

DESPERTADOR

Otro hecho luminoso ocurrido en estas tierras fue la publicación, también en diciembre de 1810, del primer periódico insurgente de nuestro continente.

En la página de Internet del Senado de la República, dedicada a rememorar hechos relevantes de la Independencia de México, con motivo del Bicentenario en el año del 2010, se hacía la referencia a que “El Despertador Americano, elaborado en la imprenta que fundara en 1792 don Mariano Valdés (…) fue ideado por Francisco Severo Maldonado, quien presentó el proyecto a Miguel Hidalgo en Guadalajara”.

Se explicaba: “Con un tiraje de 2 mil ejemplares, se vendían a dos reales cada uno (…) Desde su primer número, reivindica la autonomía de la nación mexicana y los derechos naturales de los hombres, argumentando siempre el favor de Dios ante causas tan justas”.

Se contextualizaba: “El Despertador Americano resalta en sus páginas, las riquezas naturales de la Nueva España, y la forma en que han sido explotadas y saqueadas por los europeos para mantener su Imperio, a costa de la miseria de sus pueblos y la dominación de sus hombres”.

Se reflexionaba: “La enorme dimensión de esta publicación estriba en que fue el primer órgano periodístico de los movimientos independentistas de América, y que puso al descubierto las causas de la revolución de independencia”.

De “El Despertador Americano” únicamente se publicaron siete números, el primero el 20 de diciembre de 1810 y el séptimo, el 17 de enero de 1811.

 

ORIGEN

La Guerra de Independencia se consumó el jueves 27 de septiembre de 1821, con la entrada del ejército Trigarante a la Ciudad de México.

Después del fugaz Primer Imperio, encabezado por Agustín de Iturbide (del domingo 19 de mayo de 1822 al miércoles 19 de marzo de 1823), la nueva nación encauzó su rumbo por los senderos de un régimen republicano, en los cuales Jalisco tuvo especial relevancia.

El lunes 16 de junio de 1823 la Diputación Provincial de Guadalajara se pronunció por el surgimiento del nuevo Estado Libre y Soberano de Xalisco y por un régimen republicano federal.

En el documento se advertía, textual: “En la Ciudad de Guadalajara a 16 de junio de 1823, estando en sesión extraordinaria de la Diputación Provincial de esta capital el Excmo. Sr. D. Luis Quintanar, Capitán General y Jefe Político Superior de esta provincia, los Sres. vocales de la misma Diputación D. Antonio Gutiérrez y Ulloa, intendente de la provincia, D. Juan Cayetano Portugal, cura del pueblo de Zapopan, el coronel D. José Chiafino, D. José Casal, los doctores D. José de Jesús Huerta, y D. José María Gil, D. Urbano Sanroman y D. Domingo González Maxemin, y los Sres. comisionados del Ilustre Ayuntamiento de esta capital, agregados a esta corporación, regidores Lic. D. José María Foncerrada y Gómez, y D. José María Castillo Portugal, y síndico procurador menos antiguo Lic. D. José María Gil, con el infrascrito vocal secretario, dijeron:

“Que la voluntad de todos los pueblos de la provincia por el sistema de gobierno representativo federado está manifestada del modo más claro y decisivo; que la Diputación tiene adoptados los propios sentimientos, y debe conformarse con la voluntad de los pueblos que tiene el honor de representar; y que en consecuencia de esto, y de lo resuelto por esta misma corporación en sus sesiones de 9, 12, 28 y 30 de mayo último y 5 del corriente, declara que es llegado el caso de hacerse el pronunciamiento tan deseado, de erigirse esta provincia en Estado soberano federado con los demás de la grande Nación Mexicana, con el nombre de Estado Libre de Xalisco…”.

Sobre el nuevo estado de Xalisco, se señalaba, textual: “Su territorio, por ahora, se forma de los veinte y ocho partidos de que se compone la Intendencia de la provincia, a saber: Guadalajara, Acaponeta, Ahuacatlán, Autlán, Barca, Colima, Cuquío, Compostela, Colotlán con el Nayarith y corregimiento de Bolaños, Etzatlán, Hostotipaquillo, Lagos, Mascota, Real de San Sebastián, San Blas, Santa María del Oro, Sayula, Sentispac, Tomatlán, Tala, Tepactitlán, Tepic, Tlajomulco, Tequila, Tonalá, Tuscacuesco, Zapotlán el Grande y Zapopan”.

El lunes 28 de julio de 1823, el jalisciense Prisciliano Sánchez dio a conocer un documento denominado Pacto Federal del Anáhuac, en el que definía algunas de las bases doctrinarias y jurídicas que en algunos meses más desencadenaría el origen de los Estados Unidos Mexicanos.

El Acta Constitutiva de la Federación fue aprobada el sábado 31 de enero de 1824 y fue un conjunto de leyes que rigió provisionalmente al País. La primera Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos fue aprobada el lunes 4 de octubre de 1824.

En el Acta Constitutiva de la Federación se consideraba a las provincias firmantes del nuevo pacto, como entidades jurídicas autónomas que se unían por voluntad propia a la República Federal.

 

IDEAS

En el primer tomo de su obra clásica, El Liberalismo Mexicano, Jesús Reyes Heroles advierte que la inspiración y origen de las ideas que definen nuestro federalismo son europeas.

Cita el breve pero enjundioso capítulo primero del libro IX del Espíritu de las Leyes, en el que el filósofo francés Montesquieu establece: “Parecería que los hombres estuvieran obligados a siempre vivir bajo el gobierno de uno solo si no hubiese imaginado una manera de constitución que tiene todas las ventajas interiores del gobierno republicano, y la fuerza exterior de la monarquía. Yo hablo de la república federativa”.

Agrega Montesquieu: “La forma de esta sociedad previene todos los inconvenientes”.

Estas ideas, al igual que algunas que surgieron en las Cortes Españolas con la promulgación de la Constitución de Cádiz de 1812, inspiraron a la nueva República Federada, como una nueva nación, producto de la unión de estados libres y soberanos que deciden que juntos pueden ser más fuertes, al mismo tiempo que cada uno de ellos preserva los valores que les hacen distintos.

Algunos de los principales enunciados del Acta Constitutiva de la Federación, del 31 de enero de 1824, son los siguientes:

“Artículo 5.- La nación adopta para su gobierno la forma de República representativa popular federal.

“Artículo 6.- Sus partes integrantes son estados independientes, libres y soberanos, en lo que exclusivamente toque a su administración y gobierno interior, según se detalla en esta acta y en la constitución general.

“Artículo 7.- Los estados de la federación son por ahora los siguientes: el de Guanajuato; el interno de Occidente, compuesto de las provincias Sonora y Sinaloa; el interno de Oriente, compuesto de las provincias Coahuila, Nuevo-León y los Tejas; el interno del Norte, compuesto de las provincias Chihuahua, Durango, y Nuevo México; el de México; el de Michoacán; el de Oajaca; el de Puebla de los Angeles (el de Tlaxcala); el de Querétaro; el de San Luis Potosí; el Nuevo Santander que se llamará de las Tamaulipas; el de Tabasco; el de Veracruz; el de Xalisco; el de Yucatán; el de los Zacatecas.

“Las Californias y el partido de Colima (sin el pueblo de Tonila, que seguirá unido a Xalisco) serán por ahora territorios de la federación, sujetos inmediatamente a los supremos poderes de ella. Los partidos y pueblos que componían la provincia del istmo de Huazacoalco, volverán a las que antes han pertenecido. La Laguna de Términos corresponderá al Estado de Yucatán”.

Pese a todas las penurias y los desencantos, al horror cotidiano, a la corrupción, a la violencia, a los abusos, a los excesos y a la impunidad, tiene sentido rescatar el culto a la noble y querida patria, para restaurar ─diría Albert Camus─, “partiendo de amargas inquietudes, un poco de lo que constituye la dignidad de vivir y de morir”.

Agregaría el insigne escritor y filósofo que “ante un mundo amenazado de desintegración, en el que se corre el riesgo de que nuestros grandes inquisidores establezcan para siempre el imperio de la muerte (vale la pena, tiene sentido), restaurar (…) una paz que no sea la de la servidumbre”.

Sí, vale la pena gritar en estos días, y en muchos otros más: ¡Viva México!

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