La UdeG se cura en salud

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Felipe Cobián Rosales
Adelantándose a todos los rectores del país, el de la Universidad de Guadalajara, Miguel Ángel Navarro Navarro, afirmó el jueves 12 de julio que esta institución carece de infraestructura y personal para admitir en sus aulas a todos los demandantes de educación media y superior cual es el propósito del virtual presidente Andrés Manuel López Obrador.
El presidente en ciernes es de la idea de que los aspirantes tengan, sin excepción, acceso a la educación superior sin hacer examen. Es probable que eso no funcione aquí porque, donde el ascenso es por sí solo, muchos no van a las aulas a estudiar; van a hacerse tontos, a matar el tiempo, a hacer la pinta, a formar grupos, generar fósiles y hasta pandillas; a vivir del presupuesto.
Sin embargo, todos los que quieran estudiar cualquier carrera, técnica o universitaria, deben tener cabida mediante un examen mínimo, al menos, para que sepan a lo que van y cumplan su deber.
Bajo estas condiciones, la UdeG tenía casi siempre espacio para acceder a la preparatoria y muy pocos quedaban fuera de los niveles superiores de estudio. El problema de limitar el ingreso hasta llegar hoy a rechazar al 57%, empezó entre los ochenta y los noventa. Entonces, los actuales jeques de tan noble institución que fue, arribaron a ella apenas egresados de su alma mater, la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG), y expropiaron a la Universidad con cargo al gobierno.
Luego descubrieron una veta: repartir incorporaciones por doquier. Algunos funcionarios, amigos de directivos aprovecharon la oferta para crear “universidades” que la vox populi llamó “patito”.
¡A hacer buenos negocios, señores, que la demanda es mucha! Con esa privatización, los ingresos a la UdeG se restringieron, pero los anuncios (pagados) de universidades privadas aumentaron exponencialmente en la propia Gaceta Universitaria. Anunciaban que había cupo para miles de rechazados.
Raúl Padilla López, dueño de la UdeG, propietario también de partidos políticos, inventó una serie de negocios paralelos a la Universidad aunque umbilicados al presupuesto, con ganancias casi exclusivas para él, creador de la patente, y sus cercanos: Feria Internacional del Libro, Festival de Cine y el Centro Cultural Universitario, con faraónicas construcciones como Auditorio Telmex, Centro de Artes Escénicas, Biblioteca Pública y su entorno. Más lo que viene: torres, viviendas, hoteles.
Si se hubieran evitado esas obras habría lugar y maestros para casi todo aspirante.
Lo que ahora me pregunto es si Navarro Navarro habló motu proprio o si El Licenciado le dijo que saliera a la palestra… a llorar antes de que les peguen.

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