Las U. siguen en la mira

Las U. siguen en la mira.

Juan M. Negrete

Tomando el pulso de las mañaneras de AMLO, llevan una semana nuestras universidades apareciendo en primer término. Muchas voces han puesto el grito en el cielo. Hay de todo entre los opinantes, hasta voces serenas y sensatas, que toman el guante y están dispuestas a debatir. Muchas de las iras artificiales tienen que ver sobre todo con las críticas a la UNAM. Se ha de deber más que nada a que se trata de la universidad de mayor tamaño del país, a tal grado que porta el epíteto de nacional. Una bandera sacudida es la de la autonomía, disputa que no debería quitarle el sueño a nadie. La UNAM la consiguió en 1929. La UdeG en 1993. El IPN no la posee aún. Y no por eso descalifica nadie al Poli. Podemos afirmar que no se trata entonces de una distinción sustantiva.

Nuestra máxima casa de estudios en Jalisco se ha pronunciado por ser calificada de bicentenaria, sin serlo. Hasta le regalaron el epíteto de benemérita y nadie sufre calenturas por tales distracciones. Hay en cambio renglones que deben ser analizados con urgencia y, de encontrar deficiencias en su funcionamiento, enderezar sus esquemas. Por ejemplo, la retribución salarial de sus trabajadores. Impera en la UdeG un abanico disforme de erogaciones por concepto laboral, que tendría que ponerse en el tapete de las discusiones en serio y corregirse. No es lo mismo poseer un nombramiento de profesor de carrera que de asignatura. La diferencia entre ambos formatos, para que la entienda bien el gran público no avezado a estas tareas, es que a los de carrera se les paga por nombramiento. Ocupan una plaza y reciben su retribución en firme, sin variaciones de nota.

En cambio para los de asignatura rige el criterio de ‘chivo brincado, chivo pagado’. Les pagan la hora clase impartida y sus nombramientos son temporales o efímeros. De manera que al inicio de cada semestre la mayoría de éstos andan con el jesús en la boca por si continuarán recibiendo emolumentos acordados o si les variará la percepción. No sólo eso, para muchos de ellos hasta se cierra la bolsa del dinero y se quedan chiflando en la loma, sin trabajo, lo que se traduce en que ya no recibirán blanca.

Dicho en cristiano, los de carrera poseen seguridad laboral; los de asignatura operan como informales y eventuales. Esta fórmula no suena precisamente a justa y equitativa. Quedarse en la pura distinción de tipo de nombramiento no dibuja las calaveradas de estas injusticias. Habría que precisar los montos concretos que reciben los mentores. Se entiende que el porcentaje entre uno y otro bloque se define entre una relación 70 – 30. La gran mayoría está inscrita en el rubro de profesor de asignatura. Lo peor es que sus mejores bolsas con dificultad alcanzan los diez mil pesos de salario al mes. Estamos hablando de bolsas realmente raquíticas, sin atractivo serio para dedicarse a la actividad docente en la universidad.

¿Hasta cuándo seguirá imperando esta asimetría? Tocará a los revisores meterse en serio a escarbar en las nóminas y ajustarlas al presupuesto con sentido de justicia y equidad. No es posible que, en cambio, la burocracia udegeísta se despache con la cuchara grande, cuando mantiene famélico a su personal docente. Es injusticia que clama al cielo y para la que ya se deberían de ensayar fórmulas de corrección. Pero de eso no se habla una sola palabra.

Por los días que corren se habla de la supresión del programa de estímulos al desempeño docente, una vez más. Para cubrir la deficiencia salarial existente desde hace muchos lustros, se originó esta retribución extra, que parece estar siempre en la mira de los que manipulan la nómina. El rector general, Ricardo Villanueva, anunció la reducción del programa PROESDE. Esta medida afectará al 40% de la planta magisterial total. El año del 2011 intentaron aplicarla. La administración tuvo que dar marcha atrás porque los afectados promovieron una buena revuelta para impedirlo. Todo apunta a que Padilla, el que manda en la UdeG, está indispuesto en serio porque le recortan 140 millones de pesos para cumplirse sus caprichitos. ¿Desenterrarán de nuevo los profes el hacha de la guerra para evitar la intentona?

Pero la gente que ocupa la rectoría parece vivir en otra dimensión. A las críticas que le ha dirigido AMLO a Padilla, Villanueva salió con una verdadera batea de babas:

Si alguien aspira a que yo me avergüence de un exrector, está muy equivocado y mucho menos de un exrector que transformó esta universidad, que transformó la universidad en la que yo estudié. Y estudié en una universidad sin pistolas, en una universidad donde hay investigación, en una universidad de créditos abiertos. Yo soy el primer rector que no participó en la FEG y soy el primer rector que estudió en el sistema de créditos…

¿Cómo está eso de que para ser rector había que haber participado en la FEG, pues no que no? El subconsciente traiciona hasta a los más atentos. Y para mayor abundamiento, por si quedara alguna duda, el colofón: Yo estudié en una universidad sin pistolas. ¿De veras? ¿Será esta afirmación no pedida la percepción que tiene la burocracia dorada de lo que es la autonomía universitaria? No hay más que seguir el consejo socrático, para saber con quién tratamos: Habla para que yo te conozca. Habrá que seguirles a estas polichinelas su juego de juan pirulero. Padilla debe estar que retoza de alegría con tan brillantes defensores de sus tropelías sin cuento. Veremos qué sigue.

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