Leni Riefenstahl y la paradoja moral

Leni Riefenstahl y la paradoja moral.

Silvia Patricia Arias Abad

Leni Riefenstahl (Helene Bertha Amelie Riefenstahl) nace en 1902 en la ciudad de Berlín. Durante algún tiempo se dedicó al baile y a la actuación en películas de aventuras, sin embargo, fue la transición a la dirección y producción lo que marcó un parteaguas en su carrera, convirtiéndola en una figura única en el cine. En 1920 desarrolla un interés por la dirección cinematográfica a la par de un uso innovador de la cámara y la implementación de técnicas de filmación en exteriores. Fue en 1932, cuando captó la atención de Adolf Hitler a través de la primera película que dirigió: “La Luz Azul” (Das Blaue Licht), la cual fue premiada en la Mostra Venecia con el León de Oro, proyectándose así a nivel internacional.

Riefenstahl se convertirá en una de las personas más cercanas a Adolf Hitler al encargarse de filmar algunos de los acontecimientos más importantes de su régimen. En 1933 filmó “La Victoria de la Fe” (Sieg des Glaubens), un documental que se convertiría en una trilogía en donde incluirá en 1935 el filme “El Triunfo de la Voluntad” (Triumph des Willens), documental político-propagandístico sobre el congreso del Partido Nazi en Núremberg. Se conformaría como una de las películas de propaganda más poderosas de la historia. En voz de la propia Riefenstahl: “Hitler quería un filme que movilizara, atrajera, impresionara a una audiencia que no estaba necesariamente interesada en la política”.

En “El Triunfo de la Voluntad”, se representa una película hecha para nazis, por nazis y sobre nazis. Riefenstahl tuvo a su disposición un buen presupuesto para la grabación de este documental, lo que permitió observar técnicas novedosas en el rodaje que serán importantes con el paso de los años. A través de las imágenes plasmadas en el documental, la cineasta conseguirá que Adolf Hitler deje de ser visto como una persona para ser un personaje de culto, parecido a un dios. Gubern en “Historia del Cine” refiere: “Ningún cineasta alemán será capaz de alcanzar la solemnidad épica de Riefenstahl en sus filmes de propaganda”.

La figura de Leni Riefenstahl sigue siendo una de las más fascinantes en la historia del cine, sin embargo, sus decisiones y conductas plantean una serie de dilemas morales. Su vinculación con el régimen nazi ha originado una profunda reflexión ética y política que aún hoy se discute y debate. Si bien es cierto que es indudable la trascendencia artística de su obra cinematográfica, también es verdad que reviste de una serie de dilemas que ponen en evidencia la posibilidad del uso del cine para la propaganda supremacista y racista proveniente del partido nazi y en específico del propio Adolf Hitler. ¿Es posible entonces, hablar de un arte cuando sus filmes encierran en sí mismos una finalidad de propagar la ideología nazi y legitimar su poder?

La propia Riefenstahl argumentó a lo largo de su vida que su trabajo para el nazismo fue solo un asunto profesional y no tuvo una influencia por sus creencias políticas; pero cuando se observa el filme “El Triunfo de la Voluntad” y otros trabajos documentales realizados durante el régimen nazi, es innegable que existía una fuerte colaboración y una profunda coincidencia con lo que ahí se exaltaba, entonces, ¿Es posible separar su arte de su contexto político?

Jérome Bimbenet, historiador de cine y biógrafo de la cineasta, sostiene al respecto que la relación con el cine y la ideología es inseparable cuando se trata de una figura tan intensamente integrada al aparato de propaganda del régimen nazi.

Lo anterior, como ya se ha dicho no demerita el prestigio estético y artístico que su obra lleva implícita. Su contribución al mundo cinematográfico es contundente. El uso que hizo de la cámara y la luz fue tremendamente vanguardista para su época. Su maestría técnica, por ejemplo, en su obra “Olympia” (1938), un documental sobre los Juegos Olímpicos de Berlín de1936, es estudiada hasta hoy por los críticos y estudiosos del cine. Su profundidad visual fue revolucionaria en su momento.

Su figura también ha sido objeto de una reflexión profunda acerca de los dilemas morales que sus conductas revisten. Los privilegios que Leni Riefenstahl tenía por parte del régimen nazi le permitieron realizar sus películas con todas las facilidades técnicas y monetarias, aunque el nivel de cercanía con los líderes del régimen nunca se esclareció. Ella se defendió el resto de su vida afirmando que su trabajo no tenía ninguna relación ni intención política.

A pesar de que a lo largo de su vida intentó distanciarse de su pasado, tratando de minimizar su participación con los nazis y redefiniendo su trabajo cinematográfico, su reputación fue severamente dañada una vez que terminó La Segunda Guerra Mundial, pues fue acusada de participar en la maquinaria propagandística del nazismo, por lo que se le obligó a pasar por un proceso de desnazificación.

Al insistir que su cine consistía en únicamente en una búsqueda y expresión estética, es visto por muchos como una manera de exonerarse de la responsabilidad moral que implicó la propaganda realizada a través de sus producciones y al mismo tiempo, legitimar una de las etapas más terribles de la historia contemporánea.

En otra interpretación podríamos ver a Riefenstahl como a una mujer que siempre se vio a sí misma como una artista, pero cuya obra se utilizó para fines muy diferentes a los que ella pretendía.

La historia de Leni Riefenstahl es tan solo un ejemplo de cómo el arte y la ideología política puede entrelazarse de formas contradictorias. Al final, el dilema moral se observa cuando nos preguntamos si es posible reconocer y admirar el arte independientemente de la historia o el contexto que lo acompaña. Todo esto nos debe invitar a reflexionar sobre si es necesario asumir una responsabilidad moral frente a las obras artísticas cuando éstas son usadas para exaltar o representar la ideología de los sistemas autoritarios, pero al mismo tiempo remarcar los peligros de la instrumentalización del arte para fines políticos.

 

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