López Obrador en su laberinto

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Debate Abierto

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El gobierno de López Obrador lleva un acelerado ritmo de trabajo, en dos meses y medio ha impulsado una gran cantidad de acciones de política que amenazan con descarrilar a su gobierno por los errores que han cometido él o sus colaboradores.  Es cierto que las conferencias mañaneras marcan la agenda en temas públicos, pero también frecuentemente inundan los medios y las redes sociales con sus declaraciones donde acusa y señala actos de corrupción sin presentar evidencia documental suficiente o escándalos de diversas dependencias. Se percibe un presidente solo en su lucha por sanar a las instituciones del país, sus colaboradores no lo apoyan con información clara, con diagnósticos precisos sobre cómo se administraron las instituciones en el gobierno anterior, ni con las denuncias penales que correspondan.

Los escándalos de las dependencias de gobierno son frecuentes, varios funcionarios muestran poca experiencia y oficio político; los escándalos del CONACYT, por ejemplo, muestra a una directora que se dejó imponer colaboradores, muestra impericia para comunicar cómo estaba la principal dependencia que impulsa a la ciencia y la tecnología en México y cuál es la estrategia que va seguir para poner a México en la vanguardia de la ciencia y la innovación. Así como ese ejemplo, se encuentra la Secretaría de Educación Pública, la Secretaría de Salud, PEMEX, la Comisión Federal de Electricidad. Ningún secretario de Estado ha presentado un diagnóstico detallado, ni las principales políticas que van a seguir para enderezar el rumbo de la institución que presiden. Manuel Bartlett intentó hacerlo pero divagó en señalamientos en contra de anteriores funcionarios, varios de ellos en días posteriores lo desmintieron, pero cayó en el mismo error del presidente: si descubrió actos de corrupción, ¿por qué no los denunció?

Al Presidente le urge un equipo cercano de colaboradores que le organice bien sus conferencias mañaneras, no puede seguir improvisando o dejando al colmillo político de López Obrador la reunión con los medios de comunicación, eso era tal vez suficiente cuando era candidato, pero no ahora que ya es presidente.

Un gran problema que está teniendo López Obrador es que sigue conduciendo sus intervenciones como si estuviera en campaña en busca del voto, como titular del ejecutivo no puede ni debe seguir usando un lenguaje dicharachero, donde emite una gran cantidad de calificativos en contra de personajes e instituciones. Es positivo que el presidente muestre los errores de política, destape actos de corrupción, pero debe usar un lenguaje más institucional y dejar que sus colaboradores presenten información precisa sobre lo que se hizo mal y denuncien con nombre y apellidos presuntos actos de corrupción.

En campaña López Obrado destacó que la corrupción y la impunidad son el principal cáncer de México, tiene razón, sin embargo ya como gobierno ha sido muy insistente en señalar actos de corrupción pero con su pretendido borrón y cuenta nueva está dejando intacta a la impunidad. Las instituciones no se limpian con discursos ni con el ejemplo de honestidad del presidente. Si es ciertos que las instituciones de impartición de justicia son independientes, deben de perseguir y castigar los actos de corrupción aun cuando López Obrador pretenda exonerarlos.

Por ello es ocioso someter a consulta pública si se aplica la ley o no, existen sobradas razones de irritación de los mexicanos en contra de la clase política como para preguntarles si están de acuerdo si deberían ir a la cárcel si cometieron un delito, es obvio que la respuesta va a ser un voto mayoritario por el sí. Ojalá el presidente cumpla su precepto de que nadie por encima de la ley, pero por eso mismo la aplicación de la ley no se somete a consulta.

El acelerado ritmo de trabajo no ha permitido mejorar la coordinación entre las diversas dependencias del gobierno, la Secretaría de la Función Pública, la Fiscalía General, la Secretaría de Gobernación o PEMEX no están trabajando de forma cooperativa y coordinada para continuar las investigaciones en contra de altos funcionarios de PÉMEX, de su sindicato.

López Obrador no entiende que la forma es fondo, sus propuestas para integrar la Suprema Corte, o la Comisión  Reguladora de Energía han sido un boomerang que ha golpeado su imagen y ha dado pasto para el voraz apetito de sus detractores; el “cuatachismo” ha sido uno de los principales vicios del pasado, y López Obrador vuelve a echar mano de este recurso para proponer a personas sin el perfil necesario para ocupar un encargo público, existen muchos profesionistas muy preparados, no ligados al partido que bien podrían estar incluidos en las ternas que envió y que seguro no generarían ese debate innecesario que lastima la credibilidad de las instituciones de las que pretenden ser parte.

A pesar de los errores, las encuestas sobre el desempeño del Presidente López Obrador son muy positivas, esto es resultado de que a pesar de los mismos, la gente percibe en el presidente un verdadero interés en erradicar los principales problemas del país, pero los principales problemas de México no se resuelven con golpes de popularidad, ni con pura honestidad valiente. Sería sano que el presidente disminuya su exposición ante los medios, tome una pausa para reflexionar cómo ha conducido al país estos primeros meses, revise su actuación, su narrativa, y rectifique su estrategia. Son enormes los problemas, vicios y corrupción que dejó el viejo régimen priista como para dilapidarlo con errores que muy bien pudieron evitarse.

 

 

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