Más sobre la clase media

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Más sobre la clase media

Juan M. Negrete

Ya aludimos en la semana anterior el tema de nuestra clase media. Presentamos algunas de sus variables, basándonos en los datos de los ingresos. Del rombo ilustrativo clásico la distribución del 10-80-10, el 80% correspondería al mentado segmento medio. Los volúmenes podrían variar, creciéndose un poco cualquiera de ellos. Pero aún con las variaciones, la clase media tendría presencia definitoria y decisoria.

Hay autores conocidos nuestros que andan metidos en estas discusiones. Aportan elementos que proporcionan claridad en lo que revisamos. Algunos de estos autores mencionados tienen presencia mediática sólida, aunque no sean necesariamente, granitos de oro para los hombres del poder en turno. Es más, casi todos los que trabajan estos amasijos presentan sus trabajos como críticos o disidentes de lo que vendría a ser una ‘visión oficial’ del obradorismo. En concreto hablamos de Jorge Castañeda, Macario Schettino, Luis de la calle y Roger Bartra. Habría que agregar a José Woldenberg, a Rolando Cordera y tal vez a algunos más. Son lo suficientemente conocidos, por lo que no necesitan más presentación.

Quede atrás, por lo lejana e insuficiente, la caracterización aristotélica que dominó el escenario con la que se definía a los clasemedieros: los que no pertenecían al segmento ni de los ricos ni de los pobres. Ahora muchos autores o sociólogos contemporáneos nuestros definen a la pobreza como al conjunto de personas incapaces de alcanzar un nivel mínimo de ingreso, consumo y bienestar. Alejando de esta vulnerabilidad inherente a la pobreza, el conjunto de los que se puedan definir entonces como pertenecientes a la clase media no se referiría tan sólo al mero aspecto económico, sino que mezclaría elementos de estatus y de poder. Nos referiríamos entonces a tipificaciones de estabilidad y aún de aspectos educativos y ocupacionales.

Habría que establecer que el hecho concreto de superar las meras limitantes económicas suficientes para salir de la pobreza no trasladaría de forma automática a incluir a estos ‘triunfadores’ en la clase media. Salir de la pobreza llevaría entonces a una mera situación transitoria, si no va acompañada de estabilidad y seguridad económica. A este grupo intermedio entre la pobreza y la clase media la literatura económica actual lo designa como población vulnerable. Por ahí corren los consensos.

Nos quedan lejos entonces, así tomemos la más tolerante o flexible de las tipificaciones, lo preciso de la graficación clásica que aprendimos en la escuela, andando de parvulitos en cuestiones de economía. Aquello de la correlación mentada arriba del 10-80-10 quedaría totalmente fuera de discusión. Simplemente no aplica. Aclaremos que para muchos otros autores estos números se restringirían aún más. Algunos manejan la correlación idílica de un 5-90-5, en donde el noventa se correspondería a una omnipresente y casi omniabarcadora clase media, tan imperante y extendida que vendría a ser el nivel alcanzado en el reparto equitativo más eficiente y realista posible.

Estudios del BID y del PNUD más o menos recientes (2015) nos bosquejan con mucha lucidez lo que estamos exponiendo. Cierto que estos números se han agudizado con la dura presencia de la pandemia actual. Pero no han variado tanto como para ya eliminarlos como no confiables. El tamaño de la clase media en México es apenas del 23% o del 26.4%. Hay una variante, sí, pero no nos resulta tan disparada. El grueso de la población mexicana se encuentra entonces entre la pobre (37.5%) y la vulnerable (37.8%). De nuestros superricos ya mejor ni hablamos. Está claro que su porcentaje ronda cuando mucho en el 1%, y cada día se nos restringe más y más.

Los porcentajes de nuestra clase media (23% o 26.4%), comparados con el de otros países latinoamericanos, con los que componemos la región de mayor inequidad en el mundo, son muy ilustrativos. Apenas superamos a República Dominicana (17.2%), El Salvador (15.4%), Nicaragua (9.3%), Honduras (8.5%) y Guatemala (7.3%). Es nuestra enseña de orgullo, que debería resultarnos más bien calamitosa. En cambio, los doce restantes terminan superándonos en dicho rubro. Venezuela (29.1%) y Paraguay (30.1%), que aún nos son cercanos. Pero estamos a buena distancia de los otros que ya poseen una clase media más extendida: Panamá (34.7%), Brasil (36.9%), Costa Rica (39.2%), Chile (45.7%), Argentina (52.5%) y Uruguay (54.5%).

Hay dos puntos que habrá que señalar aquí por su importancia en un debate de esta naturaleza. El primero viene siendo de naturaleza teórica general. Asumir como exitoso el formato capitalista, que vendría a ser el paraíso de las clases medias, es un error garrafal. No hay lugar en el mundo en el que se haya plasmado todavía la fórmula 5-90-5. Y aunque se hubiera conseguido, habría que ver la dinámica de flujo de satisfactores tanto materiales como intelectuales que se diera en ellas, para llamarlas como valiosas para nuestros esfuerzos humanos por conseguir el mejor de los mundos posibles.

El otro se refiere a la gran mentira que parece alentar a muchos de nuestros intelectuales oficiosos, al afirmar que en México el ascenso de la clase media ha sido ininterrumpido y que cada día se expande más. Los números reales desmienten esta descabellada creencia y no puede pasar a convertirse en una verdad, por aquello de repetirla mucho y amartillarla al cerebro de nuestras masas. Es axioma fascistoide que conocemos de sobra. Y es todo. Gracias.