Menosprecio por la vida

Publicado el

Menosprecio por la vida

Juan M. Negrete

05 de febrero de 2022.- Llevamos en el país varios lustros en los que la desaparición de paisanos y los crímenes se apoderaron de la fuente de las notas. No tiene mucho sentido invocar ahora estadísticas, que nos atosigan, sobre asesinatos, cementerios clandestinos, cadáveres sin identificar y más cuadros deplorables referidos a la parca impune. Para todos es un dato incontrovertible el hecho de que un día, tal vez el que menos imaginemos, nos llegará el final. Pero la esperanza de que no sea un trance cruel, sádico, perverso, también alienta en la conciencia colectiva. Mas vemos que este deseo soterrado no se cumple siempre.

Al enterarnos, por la vía que sea, del deceso particular de algún vecino o paisano, por tradición elevamos el deseo de que sus deudos salgan pronto del dolor y las angustias que tal pérdida implica. Nos santiguamos y pasamos adelante. Actuamos con las inercias que se han constituido en hábitos usuales en todos estos casos. Aunque puestos a dar pésames, no siempre salimos airosos de dichos episodios. Así vamos transitando.

Por los días que corren se ha vertido información demasiado cruel de este tenor. Son cuadros tan duros que ya deberían despertar los mejores sentimientos e instintos de nuestro colectivo, no para impedir el deceso de nadie, que viene a ser una tarea imposible, sino para desmontarle a cada caso las dosis de sadismo, la deshumanización misma, la sevicia en que hemos venido cayendo y que pareciera no importarnos tanto.

Aquí en Jalisco sabemos de al menos dos crímenes manchados con tales perversiones. El primer día del año se descubrió en Tlajomulco el cadáver de un menor. Lo había ultimado su padrastro, quien luego de su gracia buscaba suicidarse. Fue detenido. Luego se supo de otro caso similar. Una bebita sin vida, mal sepultada. Se señaló como responsables a la propia madre y a su compañero sentimental. Ambos están detenidos.

Pero la nota más dura de este tipo es lo que sabemos que aconteció en el penal de San Miguel, en el municipio poblano de Tepexí de Rodríguez. Un menor de tres meses, de nombre Tadeo, murió tras ser intervenido quirúrgicamente por complicaciones en su sistema digestivo. Lo sepultaron en el cementerio de san Nicolás Tolentino de Iztapalapa, ciudad de México. Sus padres denunciaron el 22 de enero que los restos de su hijo habían sido exhumados.

El cuerpecito apareció tirado en la basura del penal mencionado. Se habla de una mujer (Nadia Carolina N), como responsable de haberlo introducido al penal. Otro reo (Sergio N) lo tiró a la basura. Ambos están detenidos. Nadia visitaba con frecuencia a un tercer implicado (Antonio N), de quien se dice haber dado la orden de introducir el cadáver de la criatura, haberlo recibido y ocultarlo. También dos custodios están acusados: Jéssica N, en complicidad con Nadia, y Gerardo N con Sergio. Y se habla de más detenidos.

Pero ¿qué tramas o qué secretos ocultan estas operaciones ya no digamos vergonzantes sino de plano necrófilas? ¿Por qué razón estamos cayendo tan bajo? ¿Aún no habrá tocado fondo nuestra protervia? El gobernador de Puebla, Luis Miguel Barbosa, pide descartar como fondos de tal delito las hipótesis del trasiego de drogas o la que conduzca a suponer ritos de hechicería. Pero ¿se tratará de meros deseos de dicho gobernante? ¿Qué se busca con semejantes sacrilegios? Porque manipular cadáveres, a los que ya entregamos los vivos a su descanso eterno, es esto: un sacrilegio. Es exceso que no debe ser permitido, mucho menos tolerado. No puede ni debe seguir la perversidad orientando nuestros actos. Ojalá ya lo entendamos.

En la misma categoria

Malemadrismo

La demanda por 841 millones de dólares interpuesta por Sat Aero Holdings, en contra...

Otras Noticias