México, país que discrimina

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Eduardo González Velázquez

Se dieron a conocer los resultados de la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis, 2017), realizada por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). La encuesta se levantó en 39 mil viviendas del país, donde se entrevistaron a más de 100 mil personas.

Los datos obtenidos muestran el alto nivel de discriminación ejercido por los mexicanos. Una vez más, ante estos ejercicios metodológicos un amplio sector de la población deja aflorar sus más profundas convicciones sobre la normalización de las diferencias sociales y las prácticas discriminatorias.

Veamos la radiografía numérica de la discriminación: uno de cada cinco mexicanos de 18 años o más ha sufrido algún tipo de discriminación por la manera de vestir, el color de piel, la forma de hablar, el peso, la estatura, las creencias religiosas, la edad, la orientación sexual, la clase social o el lugar donde vive. 29.5 por ciento de las mujeres denunció haber sido víctima por estigma de género; entre los varones el porcentaje por este motivo es 5.4; 30.1 por ciento de la población homosexual reportó haber sido discriminada en alguna ocasión, contra 19.8 por ciento de la heterosexual. En los pasados cinco años se le negó de manera injustificada recibir apoyos de programas gubernamentales al 53 por ciento de mujeres y 35.3 de hombres; 45.9 y 39.4, respectivamente, no accedió a atención médica; a 11.3 de ellas y 24.3 de ellos se les negó un crédito para vivienda, préstamo o tarjeta; a 3.7 de mujeres y 9.8 por ciento de hombres se les impidió la entrada o permanencia en algún negocio, centro comercial o banco.

Los sectores más discriminados son: los discapacitados, con 25.1 por ciento; los indígenas, 20.3; los profesantes de una religión distinta a la mayoritaria, 20 por ciento; las mujeres, 17.6; los jóvenes, 16.3, y los adultos mayores de 60 años, 16.1 por ciento. Finalmente, los estados donde la discriminación es mayor son Puebla, donde 28.4 por ciento de su población reportó haber vivido exclusión; Colima, 25.6; Guerrero, 25.1; Oaxaca, 24.9; Morelos, 24.4; estado de México, 24, y Ciudad de México, 23.7.

Desde luego, los datos son importantes y nos reflejan de manera cuantitativa las prácticas y los discursos discriminatorios que ejercemos cotidianamente en México. Sin embargo, se impone que la numeralia de la desintegración social no solo nos espante por un momento (en el mejor de los casos), sino que se convierta en el insumo necesario para construir políticas públicas que permitan erradicar la discriminación de millones de personas que históricamente han experimentado la exclusión apuntalada por el carácter estructural de la desigualdad, materializada por la pobreza a través de todas sus manifestaciones, lo que nos ha llevado a normalizar, generalizar e institucionalizar la discriminación en todos los ámbitos de la sociedad.

​A querer o no, en nuestro país la discriminación existe y es justificada por millones de mexicanos cada día.

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