Partidiario
Criterios
Qué más quisiéramos que la tan anhelada paz, una verdadera y perdurable paz en nuestra ciudad, en nuestro estado y en nuestro país; y no únicamente en esta Navidad sino para siempre.
Solamente el lunes pasado, 23 de diciembre, víspera de la Nochebuena, ocurrieron en la zona metropolitana de Guadalajara once asesinatos dolosos que se suman al horroroso número de más de dos mil 428 en lo que va el presente año en todo Jalisco, de acuerdo con la contabilidad oficial hasta el 31 de octubre.
En este lapso de 2019 el promedio diario fue de ocho muertes violentas. Y si se mantuvo en ese nivel –ojalá que haya disminuido-, estaremos hablando de más de 400 nuevos homicidios dolosos en estos últimos 53 días.
En el ámbito nacional, la cifra de muertes similares, rebasaba -hasta hace casi dos meses-, la suma de más de 30 mil víctimas, algo que antes nunca nadie imaginó, pues en lugar de ir a la baja esta gravísima situación, ha ido hacia arriba.
Tales crímenes tienen su origen, esencialmente, en la pugna entre cárteles de la droga y, en ocasiones, se trata hasta de ajustes de cuentas internos entre algunos de sus integrantes, en su lucha por el poder que da tan próspero como ilícito negocio en un medio, como el nuestro en donde reina la corrupción y su hijastra la impunidad.
Es por eso, y mucho más, que la sociedad toda deseamos como nunca la paz duradera, y no únicamente una tregua ahora en Navidad.
Cuánto anhelamos esa paz y tranquilidad que canta el poeta, mi paisano, el sacerdote Francisco Díaz Corona (El Chante1935, Guadalajara 1998):
Y una burrita con paso breve
Los cerros duermen, la luna vela;
sueña la noche y una vereda va jugueteando
con las estrellas.
La noche es blanca. Los peregrinos van
Dibujando los arabescos de los caminos.
Hay mil rumores, gente de viaje, vestidos nuevos,
hermosos trajes. La noche canta con los chirridos
de los carruajes.
José bosteza, la Virgen calla, miran la noche
y se entrecruzan una mirada.
José sereno, la Virgen grávida;
él una alforja sobre la espalda,
ella, el misterio bajo la falda
y una burrita con paso breve va caminando
repiqueteando sobre la nieve…
Ya lo demás es lujo
Para venir al mundo
Basta una cueva,
una noche, una madre
y una estrella.
La túnica y un manto
para cruzar la vida,
un pueblo que nos quiera
y otro que nos maldiga.
Un traidor para morir,
y quizá un Pilatos,
ya lo demás es lujo,
y como lujo, nefasto.
(Del libro , Entre el mar y las piedras, sólo gritamos)
Pero también hay otras navidades que no son propiamente las que queremos. Es la Navidad de los fenicios, de los que sólo ven el signo de pesos y de los que quieren una Navidad sin paz, sin convicción, vacua:
Véndeme un poco de Dios
Navidad, sí, Navidad
Navidad, cuando tú vengas
Sé más pareja con todos
Navidad, sé más pareja.
Navidad, tú que repartes
tus regalos desiguales
quiero seguirte creyendo
que el Niño Dios nos los trae.
Navidad de traficantes
del arribo del Señor
¿Cuándo empezó tu vendimia
Navidad, cuándo empezó?
Navidad que no regalas
ni das paz ni das amor.
Navidad de mercaderes
véndeme un poco de Dios…
Y si hubiera una esperanza…
Navidad, se me perdió
para que juegue mi pueblo
para divertirme yo.
(Tomado de: Gritamos, sólo gritamos.Edición del autor)