Primer libro de Jesús Parada Tovar

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A partir de la figura de un “Cura de barrio”, la de don Rafael Meza Ledesma, titular de San Felipe de Jesús por cerca de tres décadas, es como José de Jesús Parada Tovar se adentra en un buen cacho de la historia local, como ha sido el olvidado Oriente de Guadalajara, conformado oficial y tradicionalmente, y para muchos tapatíos siguen siendo, los sectores Libertad y Reforma.

Estos sectores, con el Hidalgo y el Juárez, conformaban una bien cuadriculada ciudad de muy fácil orientación para propios y extraños. Pero un día (lo cita Parada Tovar de paso), allá por el año 1995, llegó a la Presidencia Municipal de esta capital César Coll Carabias, panista por más señas, sin raíces aquí, quien cambió arbitrariamente la sectorización por un sinnúmero de zonas que muchos tapatíos no aceptan.

            Un Párroco emblemático de Barrio /Monseñor Rafael Meza Ledesma en San Felipe de Jesús, –título bastante largo que el nombre del autor por poco desaparece–, rescata la importancia que ha tenido la colonia Oblatos, y el oriente en general, a partir de su despegue allá por 1900.

Aquella parte tan grande de la metrópoli tiene más importancia de la que, en general, le hemos dado periodistas, cronistas e historiadores, y no se diga las autoridades civiles que la han relegado siempre y sólo ocasionalmente hacen alguna obra de trascendencia.

La colonia es, y ha sido, mucho más de lo que fue la Penal de Oblatos con todo y sus tragedias, negras historias y que, con el pretexto de que era un “signo de ignominia” –injustificado siempre– mandó derruir, junto con su barda perimetral, el gobernador Flavio Romero de Velasco –el mismo de la fracasada Plaza Tapatía– hasta no quedar piedra sobre piedra, pese a haber sido una gran y singular construcción, con fachada e ingreso únicos aquí, obra del arquitecto Agustín Basave del Castillo y del ingeniero Filiberto López Aranda.

Oblatos, cuyo nombre se debe a la hacienda que tenía para su manutención la orden Unión de Oblatos del Divino Salvador (1695-1800, aproximadamente) ha sido un barrio de múltiples talleres, entre los que han sobresalido siempre los de joyería por sus grandes orfebres de plata y oro.

También hay que recordar que esta extensa colonia, que ha dado nombre a distintas actividades y negocios que van desde el desaparecido “Estadio Oblatos” o “Felipe Martínez Sandoval”, fue lugar de gran impulso al futbol gracias a empresarios del ramo “joyero, platero y orfebre” –cuenta Parada–, con la creación del equipo “Oro” que ascendió a la Primera División en enero de 1923. El estadio fue sede de competencias de los equipos Guadalajara y Atlas, este último que en 1951 fue campeón por única vez hasta ahora, y de El Nacional. En 1960 se inauguró el Estadio Jalisco. Allí, los “Mulos de Oblatos”, del Oro, se coronaron campeones en 1962.

De eso y mucho más da cuenta Parada Tovar en su libro, tras una investigación de varios años, consultas en archivos y muy variadas fuentes vivas, sin dejar de lado vivencias personales a partir de la vida misma de monseñor Rafael Meza Ledesma, un cura que empujó, en su extensa parroquia de entonces que llegaba hasta los confines de la ciudad al poniente bordeando la Barranca de Huentitán, no sólo obras religiosas, sino, ante todo, de carácter social y educativo que van desde escuelas y academias, hasta centros de apoyo y empleo para las personas marginadas. Creó dispensarios médicos, fomentó los deportes entre la juventud para alejarlos de los vicios y fue, ante todo, un impulsor del desarrollo social y humano.

Cuenta que cuando en 1937 el arzobispo José Garibi Rivera (en 1960 designado primer cardenal mexicano) le asignó la vicaría fija, y con ello la construcción del templo de San Felipe de Jesús, que en menos de dos años construyó y muy pronto se convirtió en parroquia y, una vez totalmente concluida, con gran feligresía e infinidad de acciones pastorales, se convirtió en basílica lateranense.

Portada de libro de Parada Tovar.

El prelado le encomendó, ante todo, el cuidado de los fieles a través de una intensa labor catequética y un arduo trabajo pastoral. cercanía con la gente, sin olvidar ser contención de la entonces todavía naciente “secta de la Luz del Mundo” que, bajo el mando de su fundador, Eusebio o Aarón Joaquín González, estaba ubicada a poca distancia de San Felipe de Jesús –entre las calles 46 y Dionisio Rodríguez. Meza Ledesma y Aarón se conocieron y trataron. Incluso, según testigos, lo invitó a “enderezar su camino”, pues se trataba de una supuesta religión impulsada por el gobierno para contrarrestar a la Iglesia católica, culpándola de ser la responsable del levantamiento armado conocido como la Guerra Cristera (1926-1929).

Según el autor del libro en cuestión, la labor pastoral del también llamado “Tata Meza” se basaba en un bien armado Departamento de Estadística y, al menos, un coordinador por cada cuadra, mediante los cuales se hacían censos regulares en su jurisdicción, a tal grado que sabía que de cerca de 24 habitantes en toda el área de su parroquia, cuántas gentes provenía de tal o cual estado del país y cuántos eran creyentes y cuántos no: cuántos profesionistas y de qué carreras había y no se diga ubicación de centros de diversión como billares, cantinas, hoteles, etcétera.

Dice Parada que consta en actas que muchos “hermanos” de aquella secta se reconvirtieron al catolicismo mediante juramento. Refiere, además, que según testigos en al menos una ocasión rechazó formar parte de una terna para una elección de obispo.

En fin, Un párroco emblemático de barrio (San Felipe de Jesús) da cuenta minuciosa de la vida y obra de un cura, Meza Ledesma (Etzatlán, Jalisco, 1901-1987) que abrió brecha, mucho antes del Concilio Vaticano II, en materia de evangelización, pero también en materia social y hasta económica, preocupándose siempre por el bienestar de sus gentes al procurarles formas de subsistencia y atendiendo siempre a los mayormente marginados, particularmente creando escuelas y academias para la enseñanza elemental. Sobre todo las últimas pudieron ser inspiración para que posteriormente el Ayuntamiento de Guadalajara creara las academias municipales.

El libro, de 250 páginas, costeado por el autor y realizado en Amate Editorial, que vio la luz a finales de diciembre pasado, puede decirse que fue el tercer hijo de Parada y de su esposa Celia Andalón, quien  no alcanzó a conocerlo, pues ella murió de neumonía atípica en los primeros minutos de enero. Abrazo solidario al amigo y compañero periodista por su ópera prima, como él mismo la llama.

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