Prisioneras del Maximato: Las monjas de Calles.
Gabriel Michel Padilla
Segunda parte:
Luego nos llevaron a la comandancia de Autlán. Allí nos quedamos mientras comenzaba a clarear. En cuanto amaneció, nos fueron sacando de aquel edificio lleno de carabinas y retratos de Calles. Luego comenzamos a marchar escoltadas por los mismos soldados que nos habían traído por media calle en la madrugada. Tomamos el antiguo camino de Zacapala rumbo a El Grullo. Íbamos de dos en dos en medio de soldados.
Cruzamos el río Ayuquila que ya llevaba poca agua, tan poca que los chacales los veíamos nadar entre nuestros pies y el piso pedregoso del río. Luego llegamos al pueblo de El Grullo, el viaje lo hicimos a pie, porque los carros nos esperaban en este pueblo junto con una inmensa tropa.
El Grullo
Llegamos a la plaza. Entramos al templo convertido desde el atrio, en mesón y cuartel. Estaba lleno de caballos y soldaderas. Los caballos masticaban rastrojo; lo hacían con sus muelas irreverentes y llenas de sarro, desvergonzados como sus dueños, no les importaba para nada hacerlo dentro de la casa de Dios. También había fogatas de algunos que estaban asando cecina o tostando semillas de calabaza en comales de barro. Pero La Virgencita de Guadalupe, patrona de aquel pueblo, a la que optaron por no bajar de su retablo; desde arriba estaba mirando todas aquellas cochinadas que estaban haciendo los soldados y sus mujeres.
También desde arriba, desde su retrato, nos estaba viendo a nosotras sus pobres monjas, que ya no éramos monjas, sino prisioneras. Pero yo no hice caso a la prohibición del sargento, que amenazaba castigarnos si nos atrevíamos a recitar plegarias. Me emocioné tanto al ver a aquella Virgen subida en su retablo aguantando tantas majaderías, que quise gritarle con todas mis ganas para decirle que nos perdonara por haber permitido que pasara aquello que estaban viendo sus ojos y los míos.
Primero comencé a rezar en silencio, y poco a poco me fue aflorando la voz, como cuando del tepetate brotan las tempranillas en la cuesta de los Añiles, en cuanto les cae la primera llovizna, y el final del Ave María lo terminé rezando en voz alta:
-“ahora y en la hora de nuestra muerte Amén”. Y esa parte del rezo la dije casi gritando y volví a repetir el “Amén” todavía más fuerte. Total si nos iban a matar por ser monjas, qué más mal nos podrían hacer.
-¡Silencio! –Gritó otra vez el militar.
Pero su voz, que esta vez retumbó en todo el recinto sagrado convertido en sacrilegio, sacudió también a las soldaderas que estaban descansando sobre los petates. Algunas amamantaban a sus críos, y hasta los niños se soltaron de los pezones por el susto de aquel grito desaforado, y la leche siguió chorreando.
-Repito a las nuevas prisioneras, que está prohibido rezar, y aunque nuestra suprema ley dice que sólo en los templos se realizan actos de culto, aquí ya no es un templo, es el cuartel provisional de nuestro glorioso ejército callista.
Sentencia
Entonces nos leyeron el Acta de formal prisión:
“Hechos: Autlán, siendo la una de la madrugada del día 1 de marzo de 1929, en abierto desacato a la nueva ley sobre culto público, que prohíbe las asociaciones religiosas, mientras cumplíamos con una orden militar de cateo para dar con el paradero de don Luis Orozco, sacerdote católico rebelde, quien según testigos, había proclamado públicamente que lo prescrito en los artículos antirreligiosos de la Constitución no obligaban en conciencia, violando el articulo 8 de la ley Calles. Al llegar a su domicilio, ya había emprendido la huída, pero encontramos a este grupo de monjas, haciendo vida monacal en abierto desacato a nuestra ley suprema conocida como la 515 emitida por nuestro máximo líder que en su artículo 6, a la letra reza: Los monasterios y conventos deben ser disueltos inmediatamente y suprimidos. Si los miembros dispersos de dichos monasterios volviesen a reunirse secretamente, serán multados y quedarán sujetos de uno a dos años de cárcel, a seis años el superior de ellos.
Es el caso que este grupo de monjas que hacía vida monacal en el monasterio de Ejutla, ya había sido dispersado y disuelto. No obstante con terquedad neurótica buscaron la manera de volverse a reunir y no contentas con fanatizar al pueblo de Ejutla, decidieron cambiar la sede de su monasterio al pueblo de Autlán. Por lo tanto se han hecho acreedoras a una sanción penal que será purgada en las Islas Marías, para la cual serán trasladadas a la ciudad de Guadalajara y posteriormente a la ciudad de México para que se lleven a cabo los últimos detalles para el cumplimiento de dicha sentencia”….