Felipe Cobián Rosales
Mientras ellos ganen millonadas, a los desarrolladores inmobiliarios no les importa construir donde les viene en gana así sea perjudicando gravemente a la naturaleza y, consecuentemente, a la zona metropolitana tapatía y a sus habitantes.
Tal es el caso de la construcción de grandes edificios al poniente del área conurbada, en el municipio de Zapopan, en terrenos arbolados de recarga y reserva de mantos acuíferos como Los Colomos y sus colindancias.
Por otra parte están, en el mismo municipio, el bosque de La Primavera y al pie de éste, el Bajío del Arenal que por siempre ha sido, o fue, el gran vaso de recarga de mantos freáticos del Valle de Atemajac y al que me referiré de manera concreta.
En este lugar, el dueño del equipo de futbol Guadalajara, Jorge Vergara, levantó el Estadio Chivas como la primera amenaza cumplida de realizar una serie edificaciones: hoteles, centros comerciales, recreativos y habitacionales en un área de alrededor de cien hectáreas.
Después, en diciembre de 2009, en terrenos vecinos de Vergara, Francisco Cornejo Reynoso, propietario de Constructora Corey Integra, inició la construcción de la Villa Panamericana sin permiso ambiental, pero con la total anuencia del gobernador Emilio González Márquez. Poco después, a la carrera, consiguieron una Manifestación de Impacto Ambiental. Nunca alguien se preocupó del futuro próximo sin agua en el subsuelo, escasa y muy contaminada, lo que ocurrió tras los Juegos Panamericanos aquí en 2011 cuando hubo derrame sin control de aguas negras.
Toda vez que los bancos se negaron a financiar su construcción por su escasa viabilidad, La Villa se hizo mediante un préstamo de 900 millones de pesos del Instituto de Pensiones del Estado en una extensión de más de 16 hectáreas (Proceso Jalisco 266, 547 y 366).
El proyecto era vender luego a muy buen precios todas esas instalaciones en que estuvieron los atletas, como departamentos familiares en condominio, pero ante las irregularidades, nadie se atrevió a comprar y hoy son, desde hace siete años, un elefante blanco que nadie sabe qué hacer con él. Ni las autoridades ni los dueños.
De ahí que urge vender o traspasar los edificios a quien quiera quedarse con ellos.
Entre las propuestas que hay es que alguna institución pública los ocupe y se han ofrecido ya para que alguna de las dependencias que el próximo presidente del país quiere echar de la Ciudad de México se albergue ahí. No obstante, hasta la fecha no hay quién se interese.
El mismo Pablo Lemus, presidente municipal de Zapopan desea vender la Villa Panamericana aunque no es de su propiedad ni de su incumbencia directa. Al menos se sumó a la propuesta de que Conacyt se establezca aquí.
Los más radicales demandan, entre ellos, algunos ambientalistas es, la demolición del conjunto por considerar que se hizo en el peor de los lugares, donde antiguamente era zona agrícola y, particularmente, de recarga de agua y como tal debe preservarse.
Mi propuesta: que se convierta en una reserva natural protegida como una extensión del bosque de La Primavera para que todos podamos disfrutarla.