Se nos acaba el 2023

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Se nos acaba el 2023

Juan M. Negrete

Como lo gira uno de los cientos de nuestros refranes, al año que concluye y/o al que tenemos en puerta se les aplica lo de ‘no hay plazo que no se llegue’. No se trata de novedad alguna. Del registro del tiempo, al que llamamos todavía la nueva era, llevamos transcurridos lo que su número nos indica. Es cuenta sometida al registro del calendario gregoriano, porque hay algunos registros distintos en el planeta. Los han elaborado culturas diferentes a la nuestra, que llamamos occidental. Nosotros nos entendemos con el nuestro, ellos con el suyo y todos contentos.

Del tiempo que corre desde el año cero, para el cual se toma el nacimiento del profeta Jesús en Belén, arranca nuestra cuenta progresiva actual. Pero si le metemos números hacia atrás, tendríamos que hablar de demasiadas centurias, milenios. Y para ser precisos, habría que hablar de millones de años. Mas tales lecturas nos meterían en un berenjenal del que difícilmente hallaríamos la salida. Así que mejor nos quedamos con la imagen de que dentro de dos días iniciamos un año más y así le seguimos. Como dicen que dijo Hugo Chávez, cuando salió de prisión por haberse puesto a convocar al pueblo venezolano a una rebelión armada y terminó en la cárcel: ‘Por lo pronto’. No es popular este giro entre nosotros, pero en aquel pueblo hermano lo aplican a destajo. No tiene mucho sentido abundar sobre sus detalles.

Vengamos entonces a nuestras cosas, que siempre nos andan dando giros y aspectos imprevistos, hasta que nos acostumbramos a ello. En mi cada vez más débil memoria, emerge un recuerdo sobre esto de los años nuevos. Siendo apenas un infante, este redactor llegó a oír desde el púlpito, que era el punto de la máxima cátedra en nuestros pueblos de antes, la conseja de que el año 2000 no llegaría y, si acaso llegaba, de él no pasaría.

Como se insistía en este dato en las prédicas y como, de mil maneras se nos repetía también, que habría cataclismos y catástrofes inevitables con las que se anunciaba ya el fin del mundo; pues todos sacábamos las cuentas de los años que nos quedaban para seguir vivos. Cada uno sacaba la suya, pues no habíamos nacido en carretada ni al mismo tiempo. Mi memoria me dice que según mis propios cálculos alcanzaría a vivir más o menos el medio siglo.

No era una cantidad de años despreciable. Por aquellos años, siendo este redactor adolescente, concurríamos los que teníamos más fortuna a las aulas de la escuela secundaria. Y entre las muchas novedades que aprendíamos por entonces, nos venía la información sobre la expectativa de vida, en nuestro país y en otros lugares de la tierra. Aquí no se rebasaba, la media desde luego, la edad de los 54 años. De manera que ajustando entre sí las tablas cronológica y religiosa, la fecha a lograr, con buena fortuna, era más o menos coincidente. Si no era por una, iba a ser por la otra vía, pero todos teníamos visualizados un final inexorablemente próximo.

Basados en tales preludios, hubo profecías rodantes para todos los gustos. Las conversaciones giraban sobre tema tan acucioso sin que nadie las atajara. Había hasta cancioncitas de moda y cuentos para dar y prestar. Era otro mundo. Ahora lo vemos lejano y ya casi sepultado. Aunque de vez en cuando salen nuevas historias espeluznantes que versan sobre las profecías de Nostradamus, por ejemplo, o sobre supuestos vaticinios mayas que contienen también el augurio de la consumación de los siglos.

Como no se nos hundió la tierra en el dos mil, ni se salió nuestro planeta de su órbita solar, sino que ha seguido girando en torno al sol, ya le llevamos contabilizadas 23 vueltas completas más y estamos por comenzar su giro 24. En unas cuantas horas vendrá pues el arranque para las hostilidades de lo que llamamos un año. Los planes de vida se tienen que ajustar a la esperanza de que todo continúe como hasta ahora. Muchos deseamos siempre que lo que venga nuevo mejore lo ya pasado. Pero con que no se nos descomponga el cuadro de lo hasta aquí habido quedaríamos todos satisfechos.

Así que, si no ocurre nada extraordinario, nos seguiremos viendo las caras con todos los vecinos que nos rodean; con todos los familiares y amigos que nos dispensan cariño y amistad; y también hemos de continuar sosteniendo los roces con otras gentes con las que no guardamos simpatías y hasta con los que nos resultan hasta plumitas para vomitar. Como todo ha de seguir conforme a lo que hasta aquí hemos experimentado, nos viene bien una buena carretada de deseos optimistas y palmaditas en el hombro para cuantos encontremos a nuestro paso. No tan sólo a familiares y amigos, sino a todos los congéneres con que nos crucemos en el camino consuetudinario.

Nuestra revista Partidero también anda de plácemes pues pasa un año más y sigue viva en la preferencia de sus amables lectores. Desde estos espacios y, aunque sea de manera meramente digital, también se les envía a cuantos nos siguen las mejores vibras para que la fortuna no se dé vuelta y nos voltee el chirrión por el palito. Aquí seguiremos entonces en contacto. Y que todo sea para bien, en todos los sentidos. Un cálido abrazo colectivo y que nos inunde a todos un exitoso y dichoso año nuevo 2024.

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