¿Soberanía conculcada?

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¿Soberanía conculcada?

Juan M. Negrete

26 de marzo de 2022.- Fue demasiado difundido el exabrupto, tirando a regaño, que el rey español le espetó al presidente venezolano Hugo Chávez en asamblea abierta de una de las cumbres, a las que son tan adictos nuestros mandatarios. Estaba Chávez en el uso de la palabra. Algo de su discurso no le pareció al monarca y buscó  jalarle las orejas delante de todos, gritándole fuera de sí su famoso: Ya cállate. Nomás faltó que le hubiera espetado también una ofensa de las que se le salen a uno cuando pierde los estribos, como decir: hocicón, o lengua larga, o entrometido, o entrelucido, o indino, o cualquiera otra de nuestras desfiguraciones que nos encanta soltar en estos bretes.

Lo que estuvo en aquel momento fuera de su sitio es que el tal monarca estaba sentado a la mesa departiendo con sus colegas mandatarios latinoamericanos. Los demás no serían monarcas como él, pero sí dignatarios representantes de un país, titulares del poder de una de nuestras naciones estado. No había que interrumpirle el discurso a ninguno de ellos, sino pedir de manera educada y formal el turno de la voz y dirigirse a cualquiera de ellos con el debido respeto que exigen la diplomacia y la atención a la investidura de su cargo.

Lo lastimoso del caso, en aquel incidente, fue que quedó exhibido el odio que se les transparenta a los peninsulares españoles cuando detectan señales de autonomía, de ejercicio de soberanía pues, encarnada en los desplantes que salgan de los habitantes de sus antiguas colonias. Y no es el caso único. Podríamos registrar por aquí muchos de estos desaguisados.

Lo traemos a recaudo, porque algunos funcionarios españoles se han soltado el pelo en contra de lo que se cocina con nosotros por aquí al respecto de los negocios trasnacionales suyos ya implantados en nuestra economía. Es bien sabido ya que el día trece de abril próximo será discutida la ya famosa iniciativa de reforma de la ley sobre la CFE. La propuesta de la 4T no contempla una expropiación total, como la que se hizo del petróleo el Tata Cárdenas en 1938. En aquella el estado recogió el dominio total sobre este renglón. Ahora se propone regular tal dominio, permitiendo a los particulares poseer hasta una participación del 46% de dichos recursos. Es idea de la presente administración que el estado vuelva a ser el rector de estos rubros, limitando su control hasta un 54%.

Pero sus detractores ya se soltaron el pelo y se esperan más dislates todavía provenientes de su ronco pecho. El secretario de Estado español para Iberoamérica, Juan Fernández Trigo, a propósito de este asunto, soltó la siguiente parrafada: “Mi gobierno, presidido por el ‘socialista’ Pedro Sánchez, va a reaccionar de forma muy clara contra la reforma energética impulsada por el presidente de México, al menos en lo relacionado con la retroactividad que pudiera afectar a las trasnacionales ibéricas presentes en México con proyectos en renovables”.

Ya encarrerado el ratón, el tal funcionario gachupín se siguió de largo y nos advirtió, señalando que “ha habido algunos contenciosos importantes en que el ministerio y su gobierno han tenido que implicarse, apoyar y ser conscientes de que una de sus materias pendientes en América Latina es la seguridad jurídica”. También soltó pues que “no esperarán más a toparse con sorpresas como lo que significó la expropiación en Argentina de la YPF a Repsol. Dijo que si no se prodigan en su defensa, lo mismo les puede ocurrir con todas sus inversiones en renovables en México, donde tenemos que reaccionar de una forma clara para que efectivamente estas reformas no tengan efectos retroactivos”.

O sea que ya desenvainaron la espada y no tolerarán que sus antiguos colonos enderecen el barco de sus economías. ¿Y nosotros, qué? Pues bien, gracias. Ya antes habían ordenado a sus personeros de Iberdrola y empresas conexas que no participaran en las sesiones del parlamento abierto que sobre estos asuntos programaron los diputados mexicanos. Nos mandaron por un tubo. Pero en cuanto se pudo, otro de sus empleados, su ministro para Asuntos Exteriores, José Manuel Albarez, vino a México y declaró que estaban en pie de guerra para cuidarles la espalda a sus negocios con todos los recursos a su alcance; que no los iban a dejar solos. El tono rijoso es parte del tinglado de la ‘nueva diplomacia gachupina’, a lo que se traduce de estos episodios.

Por si fuera poco el estropicio de tanta barrabasada que nos viene de España, con el mismo tono arrogante y desajustado, el embajador gringo Ken Salazar, nos salió con otro domingo siete similar. Días antes, en el congreso mexicano se instaló un grupo de amistad México-Rusia. Veinticuatro horas después se instaló otra figura similar, pero ahora con Estados Unidos. Aprovechando la oportunidad, el embajador que siempre viste con atuendo ranchero y tocado de sombrero texano, reclamó por la cercanía que mostró el gobierno mexicano con el ruso. También se fue de largo, como sus colegas los gachupines, y exigió que el gobierno mexicano debe ponerse de lado de sus paisanos en contra de los malos (que por supuesto son los rusos) y rechazar la guerra. Dijo que el futuro de nuestras naciones está aquí, no en Rusia. Y se quedó tan campante. ¡Ah, qué vecinitos tenemos! ¿Nunca irán a entender que somos un país soberano de a de veras y que no andamos jugando a meras nacioncitas figuradas? ¿O habrá que repensar en serio la vigencia del estado-nación?

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