Como en muchos años no había ocurrido, principalmente en las tres últimas décadas, hoy la paz está más amenazada que nunca y la brújula apunta hacia la guerra o el terrorismo.
La causa hoy es el asesinato, con un dron ─pequeño avión artillado no tripulado─ del general iraní Qasem Soleimani, ocurrido tras su llegada al aeropuerto de Bagdad, capital de Irak. Él era responsable de inteligencia militar de la fuerza de élite Al-Quds y segundo en poder después del presidente ayatola Alí Jamenei.
El ayatola ha declarado que vengará la muerte atacando objetivos estadounidenses, y eso puede ocurrir tanto fuera como dentro de Estados Unidos, según lo han advertido desde el momento del atentado y lo han ratificado el día de ayer , domingo 5 de enero.
Con Soleimani murieron otras diez personas, entre ellas el líder militar iraquí, Abu Mahdi Muhandis, jefe de los paramilitares iraquíes, quienes habrían estado atrás de las violentas protestas en Bagdad en contra de la embajada estadounidense que ha provocado ya varias muertes.
Ni siquiera cuando el atentado a las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de septiembre de 2001, en el gobierno de George Busch hijo, estuvo tan en riesgo la tranquilidad entre naciones como ahora.
Entonces fue derribado el Word Trade Center, símbolo mundial del poderío financiero estadounidense. En esa ocasión, como se recordará, fueron utilizadas varias aeronaves comerciales repletas de pasajeros, y de combustible, para atacar, casi al mismo tiempo, varios objetivos, entre ellos, el Capitolio, sede del Poder Legislativo, la Casa Blanca y el Pentágono. Sólo atinaron en las Torres Gemelas.
En esa ocasión no había de por medio, al menos en apariencia, una disputa entre naciones, sino un asunto terrorista, de eminente radicalismo ideológico concentrado en el grupo yihadista del islam Al-Qaeda, dirigido por Osama Bin Laden en contra del poderío financiero, armamentístico y político norteamericano, cuyas sedes se centraban en los edificios mencionados.
Curiosamente, Bin Laden fue el primero personaje víctima fatal, en mayo de 2011 de un dron exterminador en Pakistán.
Ahora, la ejecución de estos dos personajes reconocidos tanto en Irán como en Irak, podrían provocar la unión de los dos países musulmanes o islámicos, para atacar objetivos diplomáticos, militares y hasta industriales y comerciales no sólo en aquellos lugares sino en muchos otros países y, no se dude, como ya lo cité, en el interior del vecino país del norte.
En Irak, donde tuvieron lugar los hechos, los manifestantes que se han volcado en calles y plazas en contra de Estados Unidos por los fallecidos que ya habían provocado al reprimirlos por atacar la embajada, han respondido con un “Muera América”, que no es sino la declaración popular de guerra y posiblemente de atentados terroristas.
Si bien, el presidente Donald Trump ha declarado, al declarar que él ordenó la muerte de dichas élites militares de ambos países, en particular la de Soleimani, dijo que se actuó para parar la guerra, no para iniciarla”. La verdad es que más parece estarla iniciando al echarle combustible al fuego. Tan es así que el atentado de la madrugada viernes 3 de enero en la terminal área iraquí, es el chispazo que puede encender la hoguera.
Ese acto de soberbia del presidente norteamericano, atizador de conflictos, puede tener consecuencias inimaginables y resultar sumamente caro, no únicamente para la seguridad en Estados Unidos y aquella región oriental, sino, en cualquier parte del mundo, en especial, en aquellos lugares en donde el imperio yanqui tiene intereses. ¿Y en dónde no los tiene?
Por lo pronto, el precio internacional del petróleo registró un incremento de 3 por ciento.
Otro riesgo es la misma vida de Trump a quienes los iraquíes ya han puesto precio: 80 millones de dólares por su cabeza (un dólar por cada habitante de Irak. Trump ha dicho que está preparado para cualquier acción que sea necesaria, toda vez que, dijo, el general sacrificado “preparaba ataques siniestros e inminentes en contra de diplomáticos y personal militar estadounidense pero lo descubrimos en el acto y terminamos con él”.
En respuesta, el ayatola Jamenei ha dicho que tras tres días de duelo –se han cumplido ya- por la sangre derramada en Bagdad, vendrá la venganza en contra de los Estados Unidos.
Por su lado, el gobierno ruso ha advertido al presidente gringo que el asesinato de Soleimani tendrá graves consecuencias para la paz y la estabilidad regional en Medio Oriente.
A tales reproches se sumó la presidenta del Congreso y líder demócrata, Nancy Pelosi, y ha reclamado al presidente su acción y ha afirmado que esa decisión de Trump, fue sin consultar al Congreso y advirtió que se corre el riesgo de provocar una escalada de violencia.
Cualquiera puede preguntarse ahora si la decisión de eliminar al jefe de la inteligencia iraní, a quien ha declarado terrorista, ¿no es una forma de escape al juicio político que está en proceso en su contra, el famoso impeachment e, incluso, puede tener el fin de de escalar en la lucha por su reelección a costa de una nada imposible guerra que, de paso, le interesa también a su incondicional aliado Israel, enemigo a muerte de Irán?
El primitivo Trump es capaz de cualquier cosa por tal de salir avante en sus intereses engañando al mismo pueblo norteamericano y poniendo en grave riesgo la paz internacional… hasta mundial, no cabe duda.
Un conflicto bélico internacional a nadie conviene. No hay que olvidar que Irán posee misiles que pueden cargar armas sumamente letales que apuntan mucho más allá de sus fronteras, como Israel.
Por ende, la paz está muy frágil ahora. Todo por el soberbio ánimo de dominio, de poder. Ese es el gran capricho, capricho que resulta de esa avaricia de dominio mundial, empezando por la riqueza petrolera.
Hace 2020 años, precisamente de Oriente, ese Oriente que se fija en aquellas dos naciones, llegaron, como hoy se conmemora, los tres Reyes Magos trayendo consigo incienso, oro y mirra.
Que esa amarga mirra no se manifieste ahora. ¡Dios nos libre!
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