Cuando en México eran alrededor de las 18:00 horas de ayer martes, en Medio Oriente ─concretamente en Teherán, capital de Irán─ era de madrugada; pasaban las 3:30 horas del miércoles 8 de enero e iniciaba un ataque con misiles balísticos a dos bases militares situada en Irak.
Era el inicio de la venganza prometida por el ayatola Alí Jamenei por el asesinato del general Qasem Soleimani, ordenado por Donald Trump.
Los objetivos atacados fueron la base militar de Erbil y la aérea de Asad, ambas de Irak pero en las que hay militares estadounidenses. Según los primeros reportes dados a conocer por la televisión iraní alrededor de la medianoche local, habrían fallecidos 80 personas por el impacto del ataque en ambos cuarteles.
Desde su territorio, Irán lanzó más de 20 misiles tierra-tierra. Doce habrían dado en el objetivo.
No obstante, hasta anoche, el arrogante presidente norteamericano no había informado sobre víctima alguna y dijo que todo estaba bien, pese a que el antiguo país de Persia logró su primer objetivo de los muchos que se ha propuesto para vengar la eliminación de Soleimeni.
Menos mal que hoy en su mensaje, el presidente norteamericano se contuvo de dar una respuesta bélica a Irán y únicamente le impuso sanciones económicas, aunque el gobierno de aquél país e Irak exigen la salida del ejército estadounidense de ese territorio.
Anoche mismo, Trump se jactó de tener al mejor ejército del mundo y el más equipado, pero no aportó mayor información, contrario a lo que sí dijo Irán: que fueron 80 víctimas fatales.
Hoy, el mandatario gringo expresó que no hubo ni heridos y los daños fueron menores.
Con la determinación del gobierno del norte se frena, por fortuna, una escalada de violencia e inseguridad mundial que hubiera sido impredecible y de todo lo que podría ocurrir.
También, por fortuna, el mismo pueblo de Estados Unidos había manifestado su total inconformidad en contra de su mandatario por el asesinato del general iraquí y nueve personas más, por las consecuencias que esto podría traer, desde una guerra regional , internacional, hasta una guerra mundial, incluso inestabilidad por la enorme posibilidad de ataques terroristas en diversas partes.
En esa que podría ser una secuencial inestabilidad en la zona, se ha detenido por ahora y es de esperarse que sea por muy largo tiempo, pues, de lo contrario en un conflicto de esa magnitud, se habrían involucrado de inmediato, por el lado estadounidense, Israel en primer lugar, seguido de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.
Por el lado de Irán participarían grupos radicales, reconocidos como terroristas, tales como los chiitas de Irak, Hamas de Palestina, Movimiento Huther de Yemén y grupo islámico Hezbolá de Líbano, que en conjunto cuentan con alrededor de 250 mil hombres, por lo menos.
Tampoco se descartaría la participación de los restos que pudiera haber de Al Qaeda y otros guerrilleros de corte islámico radical, que estarían en la línea de unirse entre sí con tal de vengar reales o supuestos agravios norteamericanos, entre ellos las muertes de Soleimani y compañeros y, de paso, la del propio Bin Laden, quien fue el primero terrorista asesinado con el uso de drones.
Ahora, el alma al cuerpo ha vuelto a millones de personas en aquella región y en el mundo, y Trump habría ganado dos batallas internas: una el no juicio político en su contra y otra, su probable derrota en su reelección. Eran los ases que Donald tenía bajo la manga, no cabe duda.
Por lo pronto, los más complacidos de este mensaje serán quienes viven en la frontera de cerca de mil 500 kilómetros entre Irán e Irak. Estados Unidos tiene más que gran influencia en este país desde que ganó la Guerra del Golfo Pérsico en 1990-91, cuando destituyeron al presidente iraquí Sadam Husein, lo enviaron a prisión y en 2006 fue condenado a muerte y ejecutado.
Sin duda que los Reyes Magos hicieron el milagro de convertir la mirra en oro, el oro de la paz que, esperamos, sea perdurable.
Alguien, o miles en el mundo pidieron el milagro y fue concedido. ¡En horabuena!
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