Ucrania, ¿Quién es el invasor?

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Ucrania: ¿quién es el invasor?

Juan M. Negrete

05 de marzo de 2022.- Si alguien debería tener a la mano elementos suficientes para desmontar las mentiras de los colonizadores sobre sus atracos, somos los mexicanos. Revisemos nuestro mapa tras lograr la independencia de España y comparemos nuestras fronteras actuales. La gran faja que va desde Texas hasta California, nos pertenecía. Ahora es zona gringa. Nos la arrebataron. Los vemos escandalizados, clamando al cielo, porque los rusos buscan anexarse a Ucrania, como si tuvieran su pecho sano. Con el conflicto bélico agrandado ya en Ucrania, la narrativa que pone a Rusia como a la invasora y a Putin como el poderoso, loco y deschavetado, reencarnación de Hitler, parece imponerse. Rusia invade a Ucrania, nos lo gritan en todos los foros. Nadie retoba. Se repite a pie juntillas como una verdad inconmovible.

Habría que poner a remojo algunas verdades de a kilo, atenidos a los datos objetivos que fluyen entreverados en la desinformación mundial presente. Al ser Rusia la agresora, la invasora; al tener sobre Ucrania, la invadida, una superioridad militar incuestionable; no es difícil conseguir que la simpatía por el débil y el repudio a los actos del empullado poderoso compongan el cuadro de nuestros arranques sentimentales sobre lo que acontece. Pero hemos de buscar serenar nuestro juicio y buscar los fondos reales del presente lío.

Habría que agregar también la avalancha de falsedades y la invasión de imágenes trastocadas en la guerra digital que se libra en todos los foros del mundo a la par que el avance militar. Se está levantando una campaña sólida sobre estos fenómenos nuevos de regateo mediático. Por supuesto que hay avanzadas de una y de la otra parte, tendientes a ganar también esta batalla. No sabemos cómo vaya a concluir todo este sanquintín.

Sería un serio error hacer arrancar el análisis a partir del ingreso de las tropas rusas a territorio de Ucrania. Mucho antes de tal fecha hubo forcejeos económicos y políticos que deben ser considerados para conseguir una visión más atinada. Ninguno justifica desde luego la destrucción, la pérdida de vidas, la crueldad en contra de seres humanos indefensos. Las guerras son parte de nuestra vergüenza como especie y es materia que tenemos reprobada desde siempre. Pero en algo ayuda saber de los antecedentes de los conflictos.

A la caída de la cortina de hierro en 1991, hubo acuerdo verbal entre la URSS, que entraba a un proceso de desmantelamiento, y la UE. El pacto de Varsovia, que englobaba militarmente a los países del este europeo, desaparecía. Dejaba el patio libre a la OTAN, organismo milico de la UE respaldado por USA. Éstos, la OTAN y los gringos, se comprometían a no expandirse en las regiones recién ‘liberadas’ del control soviético. Fue un acuerdo verbal, sí. Pero la palabra vale y los juramentos se honran. ¿Aquí, en China? ¿Estaban hablando merolicos y tartufos o era conversación de gente seria?

La OTAN se comprometió, no a disolverse que hubiera sido lo atingente, sino a no ocupar estos territorios liberados de la tutela soviética. Pero fue juramento de dientes afuera. De inmediato avanzó sobre ellos. Y no ha parado. La inclusión de los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) primero y luego la anexión militar de Polonia, Hungría, Rumania y otros, vino a ser la dinámica de los años noventa del siglo pasado y la primera década del XXI. Rusia no respondía por debilidad, se nos dice ahora. O sea que Occidente se estaba aprovechando de las circunstancias. En lugar de desmantelar su OTAN, cuya existencia carecía de sentido ya, la fortaleció y la expandió. No detuvo su invasión hasta llegar a Ucrania, el siguiente trozo de pastel a engullir. Y es el barullo cruento presente en el que estamos varados.

El pequeñito problema que se le presentaba a la OTAN y a los gringos para soltar sus campanas a vuelo y cantar la anexión victoriosa final, consistía en que este país está ubicado en la frontera de la federación rusa. Y un dato peor todavía, que la tal Rusia, la actual, ya no se encuentra tan débil militarmente como la habían dejado Gorbachov y Yeltsin, cuando decidieron desmantelar el pacto de Varsovia. La reacción defensiva de Rusia ante la invasión de occidente era de esperarse.

A pesar de las admoniciones para disuadir a occidente a dar este paso, no se detuvieron ni en sus pretensiones ni en su avance. Se conocen bien los hechos de fondo de la llamada ‘revolución naranja’ en 2004 con la que se buscó alejar al poder ucraniano de sus nexos de colaboración con los rusos. Luego vino el golpe de estado en 2014, que sacó del poder a Yanukovich, el último presidente prorruso en Ucrania. De inmediato desató el nuevo gobierno espurio su campaña belicista en contra del Donbás, que es su región oriental proclive a seguir sosteniendo vivos sus nexos con los rusos.

Rusia, como respuesta, se anexó hace ocho años la península de Crimea. Luego, hace un mes, reconoció como independiente al Donbás. Ninguno de los contendientes se frena en sus afanes. Occidente mantiene su línea dura y los rusos empecinados a no dejarse. Rusia sacó de sus cuarteles a sus huestes militares y decidió cortar por lo sano. Ahora vivimos la histeria mundial. Pero aclaremos: ¿Quién es el invasor? ¿Cuándo arrancó este proceso de desestabilización que desató finalmente la locura bélica? Habrá que seguir buscando pues aclararnos los antecedentes de estos duros acontecimientos.

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