Un tulipán negro (relato histórico) / IV

Un tulipán negro (relato histórico) / IV

Mel Toro

Cuarta y última parte:

Recibió honras fúnebres en la basílica de San Pedro, en Roma. Tras eso fue dispuesto para trasladarlo a su lugar de origen y ser sepultado entre los suyos. El sábado 14 a las nueve de la noche, el avión que trajo su cuerpo de retorno a su descanso definitivo aterrizó en la ciudad de México. Lo recibió oficialmente su hermano el Ing. José María Robles. Una reducida comitiva acompañó el féretro en su vuelo a Guadalajara y a las doce de la noche arrancó por tierra el convoy que lo trasladaría hasta aquí. En cuanto se informó que salió rumbo a su destino final, un largo repique de campanas inundó nuestro valle.

Así se había planeado dar seguimiento a su ruta. Cuando llegó a Tecolotlán, que serían las dos de la mañana, volvieron a repicarse las campanas. Toda la gente que estuvo dispuesta a levantarse para salir a recibir su cuerpo se alzó del lecho, salió de casa y se trasladó al centro escolar ‘Manuel Ávila Camacho’, con una veladora encendida en la mano. A las tres y cuarto de la madrugada llegó por fin la comitiva con el féretro al pueblo y depositó el ataúd en el túmulo cercano al presbiterio de la parroquia. Mil, dos mil gentes, un mundo de gargantas entonaron los responsos de la madrugada, previa ceremonia a la de su inhumación, que tuvo lugar el domingo por la tarde.

A las cinco y cuarto de la tarde dio por fin inicio la ceremonia luctuosa final. Ofició la misa de réquiem el obispo de Autlán, Gonzalo Galván Castillo. Lo acompañaron en esta concelebración los también obispos: Edgar Peña, representante del nuncio papal en México; Leopoldo González González, obispo auxiliar en Guadalajara; Lázaro Pérez Jiménez, obispo de Celaya, y el obispo José Luis Amescua. Al lado de los obispos, concelebraron 22 sacerdotes de la diócesis de Autlán y 8 de la de Colima. Se calcula el número de la concurrencia popular en unas dos mil personas. Todo mundo estuvo concentrado en cada paso de la ceremonia, siguiendo al pie los avatares de la misa.

Tuvo el evento un toque de distinción artística de alta calidad, derivado de la participación del docenato del coro profesional del Estado de Jalisco, que armonizó con sus acordes y voces acopladas las distintas etapas de la ceremonia. Para el introito ejecutó la cantata comunitaria del salmo ‘Pueblo de reyes’. Para el Kyrie se escogió la pieza de la Misa Brevis y para el Gloria el de la Misa de Coronación, de Wolfgang Amadeus Mozart. Desde su primera intervención el coro arrobó a la audiencia.

Previo a la homilía el coro interpretó dos cantatas más; una comunitaria, la del salmo ‘La misericordia del señor es eterna’ y la otra ‘Aleluya’ de Cesáreo Gabarain. En el ofertorio se halagó a los presentes con el obsequio de otro canto comunitario ‘Entre tus manos está mi vida, Señor’. Siguió luego la pieza ‘El dulce nombre de Jesús’ de Juan Sebastián Bach. Otra vez Mozart, para el Sanctus, el de su Misa Brevis. Mientras que el ‘cordero de dios’ fue tomado de la misa de Mejía.  El momento de la comunión se prolongó demasiado, debido a la numerosa participación de la población en la ceremonia. El coro aprovechó para ejecutar en el intervalo cuatro ejecuciones: ‘Ave verum corpus’ de Mozart; ‘Pieza para oboe’, de Gabriel; El ‘Canon’ de Pachelbel; y finalmente el ‘Panis angelicus’ de Cesar Frank.

El orador oficial de la mitra fue el obispo Edgar Peña. Se refirió en grandes trazos a la vida concreta del arzobispo desaparecido. Hizo referencia al contenido de la lectura del evangelio del día y señaló la puntual coincidencia con el rememorado arzobispo Luis Robles. Él fue un hombre de paz. En todos los lugares en que estuvo fue querido, estimado, amado por su sencillez y disponibilidad permanentes. En él se realizó la bienaventuranza de la mansedumbre. Sus virtudes fueron: la apertura, la voluntad de diálogo, el espíritu de conciliación y la comprensión, pero sobre todo la discreción.

Al final de la ceremonia, el féretro fue cargado en hombros a la misma cripta en la que descansaba en solitario el señor cura Zamora, si bien el espacio fue remodelado para recibir a nuestro tulipán negro. ¿Te gusta este apodo para que se lo pongas así en tu historia?

_ Tanto que lo utilizaré como título. Pero sigue tu relato, no te detengas en minucias.

Mientras se trasladaba su cuerpo para depositarlo en su lugar final de descanso, el coro interpretó para el público presente el canto comunitario ‘Ahora que he dormido’ y cerró el evento con una magnífica ejecución del ‘Aleluya’ de Händel.

_ La gente anda ahorita – noto que se dispone Camaney a cerrar su relación – con el bermellón en el pecho, porque su muerte está reciente. Y dicen que es orgullo del pueblo que lo vio nacer, crecer y hacer el bien a todos. A quien le preguntes, te dirá que Luis ya está en el cielo. Pero pronto lo van a olvidar, porque así somos todos de ingratos y de mala leche. Te aseguro que yo, calificado de ateo, de descreído y de hereje, seré si no el único, sí el último que lo olvide. Luis fue mi mejor amigo y yo sí lo perdí de a de veras. Tú no. Pero ya vete con tu cuento, para que lo conozcan todos, aunque no lo sientan y, por tanto, ni merezcan saberlo. Ah, y cierras la puerta por fuera, por favor. Buenas noches.