Un mes después de la llegada del huracán Nora y a más de quince días de que el gobierno de Jalisco pidiera la declaración de emergencia al menos para 25 municipios, la ayuda oficial no llega en la medida suficiente a los más damnificados, y a las regiones menos dañadas, particularmente pueblos y asentamientos aislados, ni se diga.
En primera instancia, el gobernador Enrique Alfaro pidió la declaratoria para los municipios más afectados, entre los que se encuentran, de sur a norte, Cihuatlán, Cuautitlán de García Barragán, Tomatlán, La Huerta, Villa Purificación, Autlán, El Grullo, Talpa de Allende, Mascota, Cabo Corrientes, Puerto Vallarta, Atenquillo, Mixtlán y, hacia el centro del estado, San Gabriel, Teocuitatlán de Corona, Atoyac y algunos otros.
Las quejas que hay son en el sentido de que, cuando el auxilio llega ─tanto tras este ciclón como en anteriores desastres─, es a las cabeceras municipales, pero no se desparrama luego hacia sus delegaciones o comisarías, y tanto más cuanto más alejados o incomunicados se encuentren. Y si no piden porque ignoran los conductos, pues más olvidados quedan.
Esto sucedió, por ejemplo, con el huracán Jova a finales de 2011. La ayuda oficial a El Chante, municipio de Autlán, nunca llegó. Los ejidatarios y la población en general, o en lo particular, se las averiguó para limpiar y reconstruir caminos, brechas y puentes y vados dañados o arrasados, hacer bordos, encauzar aguas y restituir la tierra fértil arrastrada, tuvieron que echar mano de ingenio, a veces, tras pérdidas totales de cosechas.
En esta ocasión, post Nora, las cosas parecen seguir el mismo curso de siempre: llegada tarde de la ayuda oficial, o no llegada y que cada comunidad, que cada rancherío cada pueblo, se rasque con sus uñas.
No cabe duda que vivimos en un país híper centralista: una comisaría o delegación municipal que, por regla general carecen de facultades, es absorbida, borrada en la práctica, por la cabecera municipal y ésta por las ciudades capitales y sus áreas metropolitanas (centritos provincianos, pues) y sus estados “libres y soberanos”, son tragados por el centro de todo el poder: el pulpo que son la Ciudad de México y sus suburbios del Estado de México.
Estos entes u ombligos monstruos, absorben la mayor parte del pastel presupuestal; centralizan servicios de toda índole generalmente subsidiados: agua en cantidades exorbitantes, transporte urbano y mejores vías de comunicación… Y así, sucesivamente.
Y las autoridades, algunas veces autoritarias, son capaces hasta de inundar otras ciudades para no ahogarse ellas mismas por su falta de visión y previsiones, como ocurrió hace poco con Tula, Hidalgo y otras ciudades, y el año pasado en pueblos y ciudades de Tabasco para no inundar a la capital Villahermosa.
Y no hablemos de decisiones económicas y políticas y más, mucho más allá todavía. Hasta la saciedad. En el centro se toman hasta la facultad de legislar, votar, vetar y botar leyes por las entidades federativas, que tienen sus propias leyes conforme a sus intereses, costumbres, usos e idiosincrasia… Como sucedió apenas en la Suprema Corte con la muy discutible despenalización del aborto, aunque habría otras formas de evitar que se criminalice y se revictimice a la mujer.
Finalmente, cada cual habrá de dar cuenta, más temprano que tarde, ante sí mismo el humano en lo privado, y la persona pública, ante la sociedad y ante la historia. Al final del camino ─con el respeto debido a los no crédulos─, ante el Creador.
Crecen afectaciones por huracán Nora; Jalisco, sin recursos necesarios