4T y gobernabilidad

De los muchos pasos estrechos que va librando la administración federal actual, apodada por boca del propio titular del poder ejecutivo como 4T, la presente semana fue muy movida. AMLO nos insiste un día sí y el otro también en que el tuétano de sus ideogramas es el combate a la corrupción. Poniendo freno a la corrupción rampante, nos dice, hallaremos la solución a nuestros grandes males. Eso de poner a andar la austeridad en el gasto público, reducirles sus ingresos nominales estratosféricos a los funcionarios y meterles freno o hasta desaparecer a los organismos disfrazados con la autonomía, serían la dinámica atinada de los pasos en el combate frontal a la corrupción, que nos tiene a punto de la asfixia.

Los señores que se tildan a sí mismos de intelectuales publicaron la semana pasada una página combativa en la que señalan deficiencias del actuar de la 4T. Sus señalamientos en dicha misiva se centran más que nada en lo que ellos formulan como lunares del actuar político de AMLO. La deficiencia argumentativa de dicho análisis, llevado a sus implicaciones políticas de fondo, radica en el hecho de que el funcionamiento positivo de una estructura social ha de revisar las coordenadas económicas, como el nervio central que son de una sociedad. Colgar la viabilidad total de un sistema o de un modelo de la personalidad individual defectuosa o virtuosa de un funcionario, es pervertir intencionadamente la atención del público.

Tales trucos distraen o, por derecho, esconden la perspectiva de la comuna, atenta al musculado y a la dinámica seria de toda sociedad. No se podía esperar menos protervia de tales intelectuales orgánicos, siempre atados al torvo saqueo que nos tiene al borde del precipicio. Aún no se avizora la bondad o inocuidad de las recetas que está ensayando la 4T. Hay que concederle entonces al menos el beneficio de la duda.

La semana presente arrancó con un campanazo mediático. Se trajeron de España a Emilio Lozoya, exdirector de Pemex, signado como el epítome de la rampante corrupción que nos atosiga. Andaba de prófugo por habérsele imputado los nexos mafiosos que tendieron los políticos más picudos de las dos administraciones anteriores con Odebrecht, con la compraventa capciosa de empresas en ruinas, donde el pagano viene siendo el erario, y otras lindezas más. Ahora que ya empezó a cantar el jilguerito, se suelta la sopa de muchas corruptelas y entresijos, en los que se embijan hasta los codos, los políticos que andaban disfrazados de diputados y senadores, para sacar adelante la reforma energética. Con los días nos enteraremos de muchas otras más sorpresas, pues el jueguito de los destapes apenas empezó.

Pero esto del caso Lozoya es parte del juego de la vena central del sexenio presente, nada más. Se nos vinieron de golpe otros dos entremeses ruidosos, a los que no se les ha dado mucha cuerda. Uno fue el de la aprobación de los cuatro consejeros del INE. Y el otro, mucho más confuso para el gran público, tiene que ver con la reforma al sistema de pensiones. Cogidos estos tres leños ardiendo a mano pelona, cualquiera se quema. Y si no, que lo digan los que conocen de primera mano estos duros enredos.

Lo de la corrupción trae cuerda vieja y no se nos va a agotar en los próximos días. A la inversa, en los días que vienen se va a profundizar en los miasmas del cochinero que hicieron de la política nacional del país los personeros de los partidos viejos y sus beneficiados. Los enredos del INE son grito que clama al cielo y lo de la reforma de las pensiones por su consiguiente.

Eso del INE es cantaleta vieja y desentonada. La dinámica establecida y bien conocida por todos era que los nombramientos de sus consejeros respondían a un reparto de cuotas entre los partidos gobernantes. La clásica ecuación solía dar cuatro escaños al PRI, tres al PAN y dos al PRD. Los números variaban, pero la fórmula siempre era la misma, dejando la tajada más grande al partido mayoritario. A los señorones que deciden estas triquiñuelas les parecía sensata. De ahí descolgaban sus interesados discursos sobre nuestra democracia en construcción y la gobernabilidad como secuela positiva de dichos arreglos.

Que no se pierda de vista el dato importante de que tales prácticas están inscritas en el código no escrito de las costumbres mexicanas. También suelen llamarlas pragmatismo, quienes las avalan y sancionan, aunque sean evidenciados sus topillos y malos arreglos. De seguir tal rutina, ahora debió haber correspondido a Morena la fórmula de quedarse con la parte mayor del pastel. Ya con la mayoría de consejeros instalados en el INE, este organismo velará por nuestra impoluta democracia en crecimiento y seguiremos andando por tan luminoso camino, desplegando banderas y cantando a voz en cuello que hemos ingresado a las mejores praderas de la vida civilizada.

Lo extraño del espectáculo consiste en que los cuatro consejeros nuevos del INE no le respondan a la fracción legislativa mayoritaria de Morena. A pesar de ello, Morena puso a la mesa sus votos a favor. ¿Es capitulación? ¿Fue arreglo tras bambalinas? ¿Decidieron acceder sin conceder, como suelen decir los abogados mañosos? ¿Seguiremos cultivando en la política nacional el juego del gatopardismo o atole con el dedo, con el fin de salvar la gobernabilidad? Mucho peor está el asunto de las pensiones. Pero por escasez de espacio y dada su amplitud, la dejamos para la próxima entrega.

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