A un año de la 4T

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Este domingo primero de diciembre se cumple el primer año del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, periodo de gobierno que ha oscilado entre los fake news y los dislates y errores del propio presidente, que insiste cada mañana en meterse zancadillas él mismo para beneplácito de sus opositores. La sobre exposición ante los medios, el apresuramiento en las decisiones y declaraciones (e presidente lleva prisa por impulsar cambios), los errores en el diseño y ejecución de políticas sociales (miles de adultos mayores aun no reciben su pensión y ni siquiera han sido censados); todo se sobre pone a la ralentización de la economía mundial y los candados que tiene nuestra economía, heredados desde hace más de tres décadas.

Se añaden también las políticas que el Estado le cedió al mercado (léase el sector empresarial), la conducción del crecimiento y el desarrollo económico. Ahora que el gobierno quiere retomar el control de la economía, lo cual conlleva eliminar privilegios, obviamente está encontrando muchas resistencias y enojo de buena parte la cúpula empresarial.

Sin embargo, más allá de la polvareda que levantan a diario las propias declaraciones del presidente, conviene revisar si las decisiones de política que ha tomado el gobierno de la Cuarta Transformación (4T) implican un punto de inflexión en la historia de México. El Presupuesto de Egresos aprobado recientemente muestra una intención en redistribuir los recursos públicos de los sectores de altos ingresos a los más bajos. Además, la salud y la educación tienen aumentos de presupuesto. Sucede lo mismo en cultura y ciencia, renglones que levantaron polémica porque se dijo que se les quitarían recursos.

En la Cámara de Diputados y Senadores se percibe un cambio a favor de legislar para favorecer una política más redistributiva del ingreso: reforma laboral que otorga más derechos a los trabajadores y quita privilegios a las empresas; aún cuando no se aprueba la reforma sobre revocación de mandato, lo que es claro que no va a pasar tal como la quería AMLO; la Ley de Nuevo Etiquetado era una demanda que durante años fue ignorada en la Cámara. Están pendientes otras reformas, tal como la reducción de financiamiento a partidos políticos, la eliminación del fuero para servidores públicos, la legalización del consumo de mariguana y la reducción de 100 diputados plurinominales.

También hay que revisar el aumento del salario mínimo de 16% y del 100% en la frontera norte este año 2019; la propuesta en ciernes para impulsar una reforma para que los aumentos del salario mínimo nunca estén por debajo de la tasa de inflación; la eliminación de privilegios fiscales a los grandes contribuyentes, la transformación que se está impulsando en Pemex, la eliminación de la corrupción en las compras del gobierno. Es decir, existe un cúmulo de evidencias que muestran que muchas cosas están cambiando en la forma de operar de la administración pública federal. No se percibe, como antes, a servidores públicos sirviéndose del poder para beneficio propio, tampoco a un Congreso de la Unión legislando de espaldas a la población y en beneficio de los sectores privilegiado de siempre.  Las reformas más importantes han sido aprobadas por consenso, no hemos tenido un congreso amurallado, como sucedía, y su fortaleza se pudo calibrar con la aprobación del Presupuesto de Egresos, donde aguantaron los embates de Antorcha Campesina, que por décadas tuvo de rodillas al PRI y al PAN.

Todo esto, sin embargo, lo opacan el aumento de la delincuencia y la violencia en amplios territorios del país. Este año será el más violento en materia de homicidios dolosos, secuestros, feminicidios y desapariciones, por citar sólo los que la población considera los más preocupantes. Otra agenda pendiente es la disminución de la actividad económica; la economía se encuentra estancada, México vive actualmente un estancamiento con estabilidad: inflación, tipo de cambio, tasas de interés se encuentran más o menos estables, con ligero aumento del desempleo. Al caer la economía y aumentar la violencia, arrastra la imagen y aprobación del presidente; las encuestas más recientes muestran una caída en los niveles de aprobación de López Obrador, que sin embargo no es alarmante aún, ya que los mismos indicadores siguen percibiendo en el presidente a un político, honesto, que tiene real interés en cambiar al país y en apoyar a la población más vulnerable.

Bien haría López Obrador en bajarle el tono a sus discursos; los calificativos que usa contra sus detractores, las polémicas contra algunos medios de comunicación, totalmente innecesarios; la separación constante entre buenos y malos políticos; su narrativa en contra de las políticas neoliberales ya son entendidas y ahora suenan muy repetitivas. Todo esto genera mucho ruido en las redes sociales y en los medios de comunicación que, lamentablemente, opacan el resto de sus políticas. Este primero de diciembre diversos grupos opositores están convocando a una marcha en contra del gobierno de la 4T, lo que será un termómetro del nivel de organización de la oposición en México.Veremos si es posible que se recuperen de la derrota moral en la que se encuentran.

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