Román Munguía Huato
En 2004 el periodista Alfredo Rivera Flores publica su libro La Sosa Nostra, Porrismo y gobierno coludidos en Hidalgo. Este libro es resultado de lo que se conoce como periodismo de investigación y está basado en múltiples fuentes documentales, especialmente en la historia política del exdiputado federal priísta Gerardo Sosa Castelán.
Una de las mafias históricas más importantes es la Cosa Nostra, una sociedad secreta criminal siciliana desarrollada originalmente a mediados del siglo XIX en Sicilia, Italia. De que existen mafias en todo el mundo nadie tiene ninguna duda, México incluido; hay un libro al respecto: La Cosa Nostra en México 1938-1950: Los negocios de Lucky Luciano y la mujer que corrompió al gobierno mexicano, cuyo autor es Juan Alberto Cedillo. En casi todas las sociedades capitalistas existen mafias de diversa naturaleza. Hay de todo tipo, incluidas hasta las de naturaleza “universitaria”, algo muy contradictorio, aparentemente, pues suponemos que el ámbito académico, intelectual, es refractario a ciertas formas de violencia, de crimen, de corrupción o de asociación delictiva organizada. Se supone, porque este ámbito de la educación pública en apariencia reina la razón, la inteligencia y, especialmente, la ética y la honestidad de sus integrantes, empezando por sus directivos centrales o funcionarios de alto nivel; pero no es así, la realidad es muy distinta. Ningún espacio social escapa a las formas más degradadas o descompuestas por los intereses económicos y políticos mezquinos y voraces. La corrupción penetra casi todos los poros de la sociedad.
Al poco tiempo de publicarse la Sosa Nostra, Alfredo Rivera Flores fue demandado bajo la acusación de daño moral por Gerardo Sosa Castelán. Véase el excelente artículo de Felipe Cobián Rosales. El caso “La Sosa Nostra”, ha sido el juicio más largo contra periodistas en México, pero finalmente se empieza a hacer justicia a Rivera Flores.
En 2004 Sosa Castelán era el mandamás de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), pues controlaba absolutamente la vida política, económica, académica, administrativa y estudiantil de esa universidad. Desde 1977 empieza su carrera política como Presidente de la Federación de Estudiantes del Estado de Hidalgo (FEUH 1977–1979), después se hace Secretario General del Sindicato Único de Trabajadores al Servicio de los Poderes del Estado de Hidalgo (1980–1986), Secretario General de la UAEH (1986–1991) y de 1991 a 1998 funge como rector. De 1981 a 1984 es Diputado local y del 2000 a 2003, repitiendo tal diputación del 2006 al 2009, y, entre otras cosas, fue Presidente del Club de Fútbol Pachuca A.C. de 1979 a 1981, así como Presidente de la Fundación Hidalguense A.C., de 1997 a 2004.
En pocas palabras, Sosa Castelán se convirtió en un verdadero y poderoso cacique universitario, adquiriendo todos los rasgos de un mafioso político parapetado en la figura de “universitario”. Cualquier parecido con algún otro cacique de la educación superior “pública” no es mera coincidencia, empezando por el que mangonea a la Universidad de Guadalajara (UdeG): Vidas paralelas.
Todos quienes contribuyeron al libro de Rivera Flores fueron demandados por el cacique Sosa Castelán, incluido el conocido periodista Miguel Ángel Granados Chapa, quien hizo el prólogo: “… el sindicato estudiantil del que procede Sosa, y sobre cuya estructura montó su ascenso, fue parte del sistema político estatal como lo fueron otras corporaciones. Los dirigentes universitarios, que aspiraban no a servir sino a servirse, daban rienda suelta a su aspiración de empleados públicos actuando como dependientes de los gobernadores y de jefes de familias políticas.
“Como ocurrió en Colima, en Jalisco, en Tamaulipas, Ia federación estudiantil fue plataforma para el control de Ia universidad entera, en donde Ia excelencia académica cedió su Iugar a Ia eficacia organizativa en provecho del mandón, que durante un tiempo se contentó con ser rector en Ia clandestinidad hasta que, sin escrúpulo alguno –pues no puede citar en su curriculum obra ni iniciativa alguna que justifique esa distinción– resolvió ocupar directamente Ia eminente posición desde Ia cual amplió sus aspiraciones políticas… La estructura política priista, las relaciones entre los grupos dominantes, los negocios que desde el poder se realizan, los acontecimientos delictuosos que desde allí mismo se dispensan, y al mismo tiempo los esfuerzos no por infructuosos menos dignos de los reducidos segmentos que postulan Ia verdadera práctica universitaria y una mas ancha vida democrática, todo está cifrado en este libro…”
El prólogo de Granados Chapa también podría servir para cualquier biografía de Raúl Padilla López (RPL). Como bien dice el extinto periodista, también en Jalisco la otrora federación estudiantil, la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) fué plataforma para el control de la universidad entera. Al cacique hidalguense, hoy en desgracia, le dicen El Licenciado, entre otros apelativos. Muchos lectores ya sabrán como le dicen al cacique universitario local. Vidas paralelas, aunque mientras el cacique hidalguense hoy está encarcelado acusado por el delito de lavado de dinero, operaciones con recursos de procedencia ilícita, defraudación fiscal y delincuencia organizada, el cacique jalisciense sigue caminando tan campante en la alfombra roja de sus showbusiness “culturales”.
Gerardo Sosa Castelán construyó una fortuna inmensa al amparo de los gobiernos del PRI y después buscó protección en el Movimiento Regeneración Nacional (Morena). Este cacique caído en desgracia supo sacar el máximo provecho al operar 22 empresas, entre ellas un hotel, un centro de seminarios, un club deportivo y hasta una gasolinera. Por supuesto, las Vidas Paralelas caciquiles no tienen porque ser absolutamente idénticas. Casi como dos gotas de agua, pero hay diferencias. El cacique más poderoso económica y políticamente de todas las universidades públicas del país es el de la UdeG, cuya figura sirve de ejemplo a seguir en otras instituciones públicas de educación superior, pues para los grupos burocráticos del poder universitario se percibe como el ideal de control corporativo del personal académico, administrativo y estudiantil. El Licenciado Padilla López lleva más de treinta años en el poder político y de momento no se percibe ningún cambio en las estructuras del poder universitario, a menos que ya se encuentre en una lista negra de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la Secretaria de Hacienda y Crédito Público (SHCP).
Los estudiantes que conforman el Comité de Lucha Universitaria de Hidalgo (CLUH) celebraron la detención, el 31 de agosto, de Gerardo Sosa Castelán, quienes consideran que éste “es un momento clave para dignificar a nuestra institución y recuperarla de las manos de un grupúsculo que se ha servido de ésta casa de estudios para delinquir y enriquecerse”.
Ojalá este suceso contribuya a un proceso democratizador de esa universidad, pero las estructuras del poder caciquil no son tan frágiles y no se reducen a una sola persona, son de naturaleza corporativa mafiosa que funcionan como una familia orgánica con intereses comunes. Se requiere de la fuerza democrática de la comunidad universitaria para dignificar la institución.
En estos tiempos sombríos para todo el mundo también es necesario una bocanada de oxigeno para la educación pública universitaria. La UdeG es la universidad de los escándalos y aquí también se requiere urgentemente de momentos clave para dignificar nuestra universidad, y una posibilidad es arrojar al basurero de la historia aquellas formas de poder caciquil que tanto daño hacen a las instituciones educativas. Ciertamente, debemos reconocer el logro contra la corrupción del actual gobierno federal. Esto es plausible, pero faltan otros pezzonovante y Capo di tutti capi (peces gordos y jefe de todos los jefes) del caciquismo universitario. Es urgente que el UIF realice una verdadera auditoría en la UdeG para contribuir al necesario proceso de limpieza del uso del dinero público y la transformación democrática.