De LEA a las violentadas campañas hoy

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Felipe Cobián Rosales
La campaña presidencial de 1970, fue la primera que me tocó cubrir en Jalisco, cuando me iniciaba en los menesteres reporteriles. El maestro Antonio Lazo de la Vega, de feliz memoria, me encomendó la del candidato del PAN Efraín González Morfín, hombre sabio y excelente orador, que en paz descanse.
De las giras de su antípoda político, intelectualmente hablando, claro, el populista Luis Echeverría Álvarez, del PRI –a propósito, compañero de escuela de Lazo de la Vega–, sólo tengo algunos recuerdos, no siempre gratos.
Por ejemplo, el día que LEA arribó a Guadalajara, se derrumbó parte del templo de San Luis Gonzaga poco antes de una celebración vespertina que encabezaría el cardenal José Garibi Rivera. Más de 20 personas fallecieron.
Antes, en enero del 1970, un avión con 15 periodistas a bordo que cubrían la campaña de Echeverría, se estrelló en Poza Rica, Veracruz. Sólo hubo un sobreviviente, Jesús Kramsky. El gobierno federal pronto se olvidó del caso.
Siete meses antes, en junio de 1969, en un extraño accidente de Mexicana de Aviación en Monterrey, hubo muchos muertos, entre ellos, el tenista Pelón Osuna, Carlos Madrazo y su esposa. No faltó quién le echara la culpa a su contrincante, el todavía secretario de Gobernación.

Madrazo era precandidato natural del PRI. El ambiente político se volvió denso y todo parecía un mal agüero de lo que sería el gobierno presidido por el populista LEA. Ya se sabe cómo gobernó y cómo terminó: el peso devaluado, deuda externa impagable e inflación ascendente. Y para cerrar, el golpe al diario Excélsior.
Ahora, los comicios del próximo domingo, han estado precedidos de mucha violencia, y no la común y corriente, sino la de los ajustes de cuentas, amenazas y asesinatos de candidatos y gente relacionada con la política. Algo que nunca se había visto antes.
Hasta hace menos de una semana se contabilizaban en todo el país alrededor de 115 casos de políticos de distintos niveles asesinados, entre ellos cerca de 50 candidatos. Algunos casos tendrían que ver con los más ruines intereses que hay entre grupos y partidos.
Esto se suma a más de 400 amenazas de distinta índole en contra de políticos a lo largo y ancho del país, y lo mismo han sido miembros de uno u otro partido que por primera vez buscan, o buscaban, algún cargo de elección o la reelección. No se sabe si son cuestiones personales, de partido o de terceros interesados entre quienes, no hay que descartarlo, pudiera estar el crimen organizado, bien por haber pactado con algún grupo, o bien porque se hayan negado.

Entre los ajusticiados, hay algunos que, hasta donde se conoce, no tenían antecedentes que hubiera sido la causa de los desenlaces, pero como haya sido, esa violencia es de preocupar. Esperemos que no sea mal agüego, presagios de malos tiempos y gobiernos.
En Jalisco tuvimos el caso del presidente de Jilotlán de los Dolores –vecino de Tierra Caliente, Michoacán–, Juan Carlos Andrade, asesinado el 15 de abril cuando regresaba de un velorio. Hoy lo suple su viuda, Ydalia Chávez Contreras.
El futuro está en manos del electorado que sepa o no elegir.

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