En la histórica, complicada y tensa relación entre los gobiernos de México y Estados Unidos, no ha existido “el mejor” momento para una reunión entre los mandatarios de ambos países. Sea por conflictos domésticos, sea por asuntos internacionales, sea por desacuerdos bilaterales, en los momentos cuando se han llevado a cabo los encuentros siempre aparece el “pero”. reunir
Hoy por hoy no es diferente. Tanto el presidente, Andrés Manuel López Obrador como el mandatario estadunidense, Donald Trump, confirmaron esta semana la realización de su primer encuentro como encargados de sus respectivos gobiernos. Desde México, se ha dicho que la visita será exclusivamente para dar el banderazo de salida al nuevo tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
Sin duda, los encuentros bilaterales resultan siempre espinosos. Por lo tanto, lo que se debe cuidar en cada uno de ellos es salir lo menos raspado posible, equilibrando los costos y beneficios de la reunión. Sobre todo, para nuestro país.
Desde el momento en que López Obrador ganó las elecciones de 2018, estableció con claridad cuál sería la línea a seguir con su homólogo estadunidense. La apuesta no fue por el enfrentamiento, ni las patadas debajo de la mesa, mucho menos los manotazos a la vista de todos. Al contrario, a lo largo de diecisiete meses, el jefe del Ejecutivo mexicano ha sorteado de la manera que ha podido las bravuconadas, amenazas y presiones de la Casa Blanca, sin dejar de ceder en algunos asuntos, sobre todo de carácter migratorio y de seguridad.
En el necesario equilibrio que tiene que buscar López Obrador en su viaje a Washington deberá colocarse a una adecuada distancia de Donald Trump para no dejar de reconocer su investidura, sin mezclarla con su campaña electoral para la reelección. Tarea nada fácil. Además, las encuestas de las últimas semanas dan una ventaja de 14 puntos al virtual candidato demócrata, Joe Biden; por lo cual Trump buscará tener públicamente el espaldarazo del mandatario mexicano. Sin duda, un mejor panorama hubiese sido que a estas alturas la ventaja en las encuestas fuera para el inquilino de la Casa Blanca y de esa manera no forzar falsas declaraciones de apoyo desde Palacio Nacional; sin más, en estos momentos una declaración a favor o en contra de Trump o de Biden tendrá serias consecuencias para la administración lopezobradorista.
Sin embargo, no pasemos por alto otro escenario que seguramente están valorando en la presidencia de la República. La visita debe hacerse en medio de la campaña electoral porque realizarla luego del 3 de noviembre tendría peores consecuencias. A toro pasado el efecto positivo sería menor, la consecuencia negativa mayor. Si llega a ganar Trump, el reclamo del presidente sería por no haberlo visitado antes; en caso de perder la elección no tendría sentido la visita y se debería esperar al nuevo jefe de la Oficina Oval.
Más allá de las críticas de dirigentes partidistas, académicos, legisladores, periodistas, líderes sociales al otro lado de la frontera, organizaciones de apoyo a migrantes, cúpulas empresariales, me parece que la pregunta que deben contestar es ¿cuándo es el mejor momento para que un presidente de México visite la Casa Blanca?
De todos modos deben de reunirse.
@contodoytriques