Sin duda alguna no es lo mismo ser gobierno que ser oposición. Desde la cómoda trinchera de la cultura de la crítica de cualquier acción gubernamental y partidista, de quien ostenta la silla del ejecutivo, ya sea federal, estatal o propiamente de las alcaldías, cuando el actuar del gobernante es malo, llueven las opiniones negativas y el camino a la invitación por la pronta renuncia, el pesimismo de las decisiones y el destape de la inexperiencia para desenmascarar la cruda realidad de la dificultad. refundación
Pocas veces se reconoce la labor eficaz y efectiva del gobernante por sus detractores. En cambio, sus fieles acompañantes partidistas siempre realzan la voz cuando esto sucede, o cuando al menos creen que están en lo cierto.
Pero cuando primero eres el alza voz y oposición, es fácil la lectura negativa hacia quienes lideran el Estado, pero, ¿qué pasa cuando este opositor pisa el camino que tanto criticaba y él se encuentra aún peor sin respuestas, a lo que él mismo exigía le respondieran?
Ahí viene lo inexplicable, porque en realidad eso es: algo difícil de comprender. Esta situación la vemos continuamente en el vivir de la vida política mexicana, pero hoy crudamente lo estamos padeciendo en Jalisco, más que otras veces.
Aquella ola naranja que arrasó en los comicios anteriores en el estado, prometiendo ser un cambio sobre aquel destrozado Revolucionario Institucional, que a su vez destronó al panismo que ostentó el poder durante tres administraciones locales, resultó ser peor en menos tiempo.
La llamada Refundación, que en este espacio he llamado “recaudación”, no ha despegado como se esperaba y como muchos querían que fuera.
Cuesta creer que aquellos que fueron convencidos para un cambio, hoy se encuentran plenamente arrepentidos, pero sobre todo decepcionados por quien encabeza el proyecto, figura de la cual mucho se habla para bien y para mal.
La imagen de Alfaro esta cada vez más en declive. A pocos meses de gobierno su aprobación se enrola en un porcentaje del 20 al 23%, mientras que sus antecesores al cierre de sus administraciones manejaron el porcentaje entre 38% y 50%. Preocupantes números para el actual gobernador de Jalisco, que en tan poco tiempo está ya por debajo de sus exhomólogos, marcando diferencia de cinco años del periodo constitucional.
Estos cambios son normales en la vida electoral en Jalisco. Si bien los gobernadores en los comicios previos a su elección han tendido a formar un apabullante aplaste electoral, pintando de su color a la mayoría del Congreso local, de las alcaldías y logrando tener una importante presencia en la Cámara grande, pasando por el camino de la presidencia municipal de Guadalajara para dar el salto a Casa Jalisco.
Esta práctica que se ha convertido en costumbre en tres ocasiones, parece ser de nueva cuenta una posible realidad, y lo cierto es que las tendencias electorales para Movimiento Ciudadano en el 2021 no pintan muy a su favor.
La tendencia morenista aparenta contender con mucha fuerzas in embargo y ronda los pasos de un excandidato a gobernador que permanece en su constante lucha y perseverancia de buscar contender en las intermedias.
Después está el surgimiento de nuevas y frescas fuerzas políticas que contraen un fuerte respaldo social y empresarial, en manos de figuras independientes que buscan la formalidad institucional con la creación de su propio partido, principalmente lideradas por quien fuera excandidato al Senado, con experiencia legislativa y electoral logrando el reconocimiento a nivel nacional por sus reformas impulsadas y su idealismo independiente.
Añadiendo el destape de las intenciones de buscar la gubernatura en el 2024 de quien es considerado el mejor alcalde de los municipios de Jalisco, y que aun siendo legionario naranja omite especificar si su camino será por el partido que lo llevó a gobernar Zapopan. Esto aunado a que es bien sabido que su relación con el ejecutivo estatal no es la mejor, y solo se habla de un trato de respeto e institucional. Por cierto, se dice se le ha visto en los pasillos de Palacio Nacional recibiéndolo el encargado de los temas empresariales del gabinete federal, Alfonso Romo, de manera constante e inmediata.
Todo lo anterior sin olvidar al alcalde fantasma tapatío que actúa sin saber si está o no está en casa, del cual se escucha busca la reelección intermedia ante un panorama nada favorable para él.
Las políticas públicas implementadas que se han visto criticadas son el alza en servicios de movilidad y transporte, la inminente y desmedida alza de inseguridad, que incluso el propio gobernador ha refutado su inquietud por encontrarse dentro del 81.1% de habitantes que se sienten inseguros en su estado que él mismo gobierna, de esto ya se habló en textos de este periodismo de diez.
Los forcejeos con el gobierno federal incesantes sobre temas de presupuesto, el espaldarazo de ignorancia hacia sus suplicas y pedimentos sobre cualquier asunto que le concierne, ha sido causa y aportación del inminente declive en su imagen.
Las malas decisiones gubernamentales que han generado múltiples malestares sociales que termina por doblegarse ante el alza de sectores que en desacuerdo de sus disposiciones lo siguen dejando en mal.
Por ello digo, no es lo mismo traer una fuerza electoral que arrasa y que es de presumir y lucir tras bambalinas, que ostentar el poder con una serie de impedimentos, crisis e impulsos características de un ego que mantiene los éxitos anteriores. La culpa puede traer cola que le pisen, pero la responsabilidad de cortarla es de quien hoy está sentado en la “silla”.
Texto de Ari García Padilla.
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