Partidiario
Criterios
El encargado del despacho y próximo director del Fondo de Cultura Económica (FCE), Paco Ignacio Taibo II, se empieza a dar cuenta, ahora que ha visto los números de la editorial, una de las principales editoras patrocinadoras de la Feria Internacional del Libro desde su fundación, cuán costosa es para el erario, qué tanto es realidad y qué tanto son medias verdades, mentiras y oropel.
Entrevistado por el periódico Reforma al inicio de semana, Taibo II, asiduo visitante y participante de dicho evento anual, lamentó que el FCE despilfarrara tantos recursos en dicho evento. Aseguró que en la reciente edición se gastaron nueve millones de pesos.
Precisó Taibo, a pregunta de ese diario: “Lo que hemos encontrado son gastos inútiles, fastuosos. Gastarse nueve millones en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara: cocteles, tonterías, desperdicio; como si el dinero público no fuera tuyo, mío y de los ciudadanos.
“El Fondo realizó derroches injustificables al pagar boletos de avión y comidas para 50 invitados y, además, el valor del stand (un millón 700 mil pesos). ¿Qué sentido tiene invitar a un autor extranjero para que tengas que pagarle a la FIL de Guadalajara un salón?” Dijo que esto no ayuda al acceso de la gente a los libros.
Para pronto apabullan con cifras y más cifras. El Comité Organizador de la FIL que preside desde siempre Raúl Padilla López, respondió a Taibo II, cual es costumbre y que resumo:
“Es la mayor feria del libro español en el mundo y seguirá siendo, como es, un lugar de encuentro, de pluralidad y de discusión de las ideas, con los lectores como beneficiarios… En las 32 ediciones de la FIL, han asistido 14 millones de visitantes. En la edición de 2018, la visitaron más de 818 mil personas, de las cuales, más de 100 mil asistieron a las 3 mil actividades, participaron 20 mil profesionales del libro y estuvieron presentes 2 mil 289 sellos editoriales de 47 países”.
No obstante, nada se informa en el comunicado oficial de su costo y menos de las utilidades, y nada de los patrocinios y aún subsidios que recibió –5 millones del gobierno federal y 2 más del estatal (presupuesto de ingresos y egresos extraordinarios de la UdeG para 2018) pese a que, supuestamente es superavitaria.
No se habla de ingresos y egresos y por qué conceptos, como las concesiones hacia el interior, por ejemplo, venta de stands, de servicios de comidas y bebidas, aparte de comisiones por concepto de hospedaje, pues la FIL “bloquea” los principales hoteles y tiene convenios con líneas aéreas. Tampoco se dice de los cientos de estudiantes de nivel superior que van a dar su servicio social o profesional, como orientadores, acomodadores y hasta de vigilantes y que, pese a eso, los expositores sufren un elevado número de robo de libros, y hasta de efectivo.
Tampoco da cuenta la respuesta al escritor e historiador Taibo II que, en efecto, el mayor número de visitantes son estudiantes de secundaria –ocasionalmente de primaria– y preparatoria que acarrean de toda el área metropolitana y del estado que, por lo general, van a echar relajo y meter desorden. Claro, pagando cada cual su cuota de ingreso.
Pero, independientemente de eso, se han dado casos de que si hay un evento desangelado organizado por el propio comité, lo que hacen es echar mano de los mismos adolescentes o jóvenes “acarreados”. Eso ya ha ocurrido, por ejemplo en algunos homenajes a ciertos personajes, como en el evento denominado “Mil jóvenes con…”
No se informa cuántos maestros de la UdeG tienen que dejar sus clases para dar su apoyo como asistentes, guías y/o choferes de los invitados especiales a la FIL, sin remuneración.
Lo más importante es que la FIL se asume como promotora de la lectura, pero son muy escasos los descuentos en las compras que se hacen ahí. Yo personalmente tuve la experiencia en la feria pasada de que un mismo autor, tema y edición, e incluso librería y hasta stand de editorial, un libro me costó 10 por ciento más caro que fuera de ahí.
La Feria Internacional del Libro en Guadalajara es, preponderantemente, un centro de encuentro de casas editoras, de escritores, promotores de libros y negocios colaterales, antes que un verdadero centro de promoción de la lectura, pues de acuerdo con datos del INEGI, el promedio nacional de lectores va en descenso. Ejemplo de este problema es que mientras en 2015 de cada cien personas 50 leía un libro al año, a abril de 2018 únicamente lo hizo el 45 por ciento de cada cien habitantes de 18 años en adelante.
Por ahí andamos en materia de lectura en donde se celebra la primera feria del libro del mundo en español, como lo proclaman sus organizadores. Ahora estamos peor que en 2013, cuando la UNESCO publicó que en México se leían 2.8 libros promedio por habitante al año y ocupábamos el penúltimo lugar en el mundo.
De ahí que lo descubierto ahora por Paco Ignacio Taibo II en la editorial de libros más importante del país, y que depende del gobierno de la federación, puede ser la punta de la madeja de cómo se maneja la FIL que ha sido, por lo visto, el gran negocio del Grupo Universidad, mas no de la institución educativa. Es de particulares.
Casos similares se encontrarán en otras dependencias llamadas parauniversitarias, como el caso de los 14 millones de pesos que anualmente estado y federación destinan al Festival Internacional de Cine.
Si el presidente Andrés Manuel López Obrador ahonda en este como en otros asuntos universitarios, encontrará un sinfín de anomalías de muy diversa índole, cuando se cree que se están invirtiendo todos los recursos posibles en la formación de cientos de miles de jóvenes.