El tapete político se deshilacha

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Vino a ser un campanazo, una noticia política inesperada para casi todo el mundo.  La elección municipal de Tlaquepaque se anula y van a volver a celebrarse ahí comicios para elegir al nuevo titular del ejecutivo municipal, el edil principal o el presidente de la villa alfarera. Se va a repetir pues la danza de los sufragios. La señora Citlalli Amaya, a la que ya se había dado por ganadora, se va por lo pronto a la sombrita. Para nada le sirve la constancia de mayoría que ya traía en la bolsa. La tumbaron del macho al cuarto para las doce, como solían decir antes los rancheros.

En el resto de los municipios del estado ya tomaron posesión los nuevos cabildos. Vienen a sustituir a los que estaban gobernando, aunque sea medio complicado aplicar con justeza este verbo a lo que suelen hacer realmente tales autoridades. Se trepan a las alcaldías cada tres años. Llegan a tales espacios con todo un paquete (equipo, le llaman) y lo primero que hacen es despedir de sus puestos a todos aquellos equiperos que no tienen trabajo de base. Es una triste rebatinga trianual. Pero es una de nuestras realidades inmediatistas o pragmatistas. La clientela electoral localista tiene mucho por definir en estas prácticas tan chafas y oportunistas. Pero así caminamos. político

Como resultado final de lo que se eligió en junio, en donde se llevó la voz cantante el relevo de los puestos municipales, en Jalisco no se correspondió con un esperado posicionamiento sólido de Morena. Era una especie de ilusión o fantasía. Pero tal aspiración no se plasmó en los hechos. El efecto peje no cumplí aquí su cometido. Es asunto que tiene sus bemoles y no lo vamos a revisar de momento. Pero hay que traer a su ensaladera una buena cantidad de errores internos cometidos por lo que se da en llamar ‘partido Morena’.

Las inercias acostumbradas nos dicen que el detentar los controles del poder central deviene casi siempre en la consolidación de los puestos subalternos, o en la parte baja de la tabla, favoreciendo al titular federal. Si Morena tiene en sus manos la posición del poder ejecutivo federal y tenía mayoría avasallante en el poder legislativo, se esperaba ver que sus figurines propuestos para alcaldías municipales y legislaturas estatales arrasaran. Pero no fue así.

La propia capital del país terminó diferenciada, por no decir dividida y enfrentada, en dos segmentos. La parte occidental ya no está bajo el control de Morena. Muchos analistas atribuyen en resultado a mero rigor centavero, a cierto desencanto clasemediero. Lo tildan como amonestación al partido en el poder por sus desaciertos inmediatos. No vamos a discutir aquí lo ocurrido allá. Lo mencionamos para equipararlo con lo que se pensaba que iba a ocurrir también aquí en la zona metropolitana tapatía.

Nuestros agoreros locales daban por hecho que nos iba a pasar lo mismo: la parte occidental sería para el MC y el oriente tapatío para Morena. La predicción medio se cumplió al revisarse los números arrojados para la elección de las legislaturas. Al pasar el rasero a los sufragios por las alcaldías este parámetro saltó hecho trizas. Se pronosticaba que Tlaquepaque y Tonalá quedarían en manos de Morena, mientras que Zapopan y Guadalajara seguirían pintadas de naranja. Con el triunfo naranja en Tlaquepaque se dislocó el tal pronóstico. Como señalamos antes, ya muchos de los equiperos que se contratan al mejor postor andaban con sus camisetas anaranjadas. Pero van a tener que esperarse, pues los rijosos van a volver a contender.

Se anula la elección de Tlaquepaque, en la que Alberto Maldonado, el candidato de Morena, se había posicionado como segunda fuerza casi ganadora. Se dijo que le faltó un pelito para alzarse con la victoria, pero no se le hizo. Pues ahora tendrán ambas fuerzas la oportunidad para decidir quién trae en realidad las fichas definitorias. De triunfar los morenos en esta nueva reyerta, tendrá la opción en sus mandos de emparejar cartones de reparto geográfico como ya ocurre en la capital del país.

Allá la coalición opositora le disputó a Morena el reparto. Aquí, en la zona metropolitana tapatía, Morena tiene la oportunidad de disputarle casi el poder estatal a quienes lo detentan y emparejar el reparto. A Morena Jalisco no le persigue los hados malditos. No se trata de infortunios y malos presagios. Uribe en Zapopan había generado muchas expectativas de triunfo pero se desplomó a la hora de la hora. Y Lomelí en Guadalajara no pintó sino su raya. Eso nos quedó a todos más que claro el mismo día de la elección de junio. político

Así que lo que decíamos antes los viejos tapatíos de que había dos Guadalajaras, ahora parece confirmarse. Una, de la calzada al poniente. Es la que anda jubilosa y pintarrajeada de naranja desde hace varios años. Antes era albiceleste, por su acendrado panismo. Y más atrás era ‘blanco-amarela’ por su filiación cristera. De la calzada al oriente nos queda la otra, la popular, la populachera, la vikinga, la rojilla. Ahora tiene la oportunidad de pintarse de guinda, del color de Morena. Seguir sosteniendo y enarbolando la bandera de la resistencia y de la dignidad de los trabajadores. Pero los de Morena han de aplicarse de una vez por todas y dejarse de meros rejuegos electoreros, que no hunden sus raíces en las aspiraciones más sentidas de la gente productiva, de la gente que trabaja y sostiene la economía real. Es tiempo de definiciones otra vez. No habrá que dejarla pasar de largo. Ya lo veremos.

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