En mayo o junio, la verdad y la libertad se honran

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Puntos y Contrapuntos

Criterios

Todos los años se reitera la misma confusión con respecto a la conmemoración del Día de la Libertad de Expresión, también llamada Día de la Libertad de Prensa o Día del Periodista.

Algunos de los más enconados críticos de los periodistas y quienes desde lo más profundo de su corazón desprecian el trabajo de los comunicadores –por incómodo, crítico, irónico, irreverente, independiente y valiente–, se esmeran por felicitarlos, aunque sólo sea por un día, en un gesto de pretendida corrección política que termina siendo una cínica simulación.

Por supuesto, también hay quienes desde una posición sincera y generosa –desde el servicio público y desde las filas de la sociedad en general– consideran que los periodistas cumplen una importante tarea y los felicitan, el 3 de mayo o el 7 de junio.

En principio habría que asumir que la libertad de expresión, la libertad de prensa o el día del periodista son referencias que deberían honrarse todos los días, con los mejores frutos de un trabajo profesional riguroso y valiente que pruebe en los hechos concretos el compromiso de los periodistas de servir a sus comunidades en la búsqueda incesante de la verdad.

Hoy es viernes 7 de junio del 2019 y valdría la pena hacer algunas precisiones que le sean útiles a la gente.

El origen de la conmemoración que durante décadas se llevó a cabo los días 7 de junio de cada año está vinculado al poder, a la relación de sometimiento de los medios de comunicación a los gobiernos en turno y a la reverencia que los dueños y directivos de medios de comunicación expresaban, año con año, al presidente de la República.

Hay una crónica de la revista “Tiempo” –que dirigía su dueño, el escritor Martín Luis Guzmán–, de junio de 1951, que desnuda la actitud cortesana de dueños y directivos de medios de comunicación, según relata en su libro “Prensa Vendida” el actual director de la revista “Proceso”, Rafael Rodríguez Castañeda (Edit. Grijalbo, México, 1993).

“Por primera vez en México, desde que la Revolución hizo posible la franca espontaneidad del apoyo popular al poder, los periodistas de todo el país se reunieron a rendir homenaje a un presidente de la República. En efecto, el jueves 7, a las 2:30 p.m., 128 directores y gerentes de diarios y revistas de la capital y de los estados compartieron con don Miguel Alemán la sal, el pan y el vino en una espléndida minuta. Asistieron al banquete, además, 30 invitados especiales, entre miembros del gabinete y altos funcionarios del régimen; 13 corresponsales extranjeros y los catorce reporteros encargados de las informaciones de la Presidencia.

“La prensa mexicana, integrada por todos los diarios, semanarios y revistas serios y de carácter informativo, se halla en deuda con el presidente de la República, licenciado Miguel Alemán. Durante los cuatro años y medio ya transcurridos dentro de su periodo ha sido él constante y escrupuloso mantenedor de la libertad de prensa, así como la de pensamiento y palabra, cosa que si es natural y propia en el jefe de un Estado que como México garantiza constitucionalmente dichas libertades, no por ello ha de encomiarse menos”.

Entre los más destacados anfitriones –refiere Rodríguez Castañeda– se hallaba quien se atribuía la idea original del homenaje: el coronel José García Valseca, presidente de la cadena de periódicos que llevaba su nombre; Martín Luis Guzmán, secretario del comité organizador, y el multimillonario gerente de Novedades, Rómulo O’Farril, tesorero.

A partir de entonces y hasta el régimen del presidente priista Ernesto Zedillo Ponce de León, la conmemoración también llamada Día de la Libertad de Prensa, el 7 de junio de cada año, empezó a perder legitimidad, fuerza y significados para un segmento del gremio, pues era, sin duda, un acto cortesano de sometimiento el emperador en turno, más que una expresión de verdadera libertad e independencia de los medios de comunicación.

Sin embargo, todavía encontramos crónicas que refieren que esas prácticas no han muerto del todo, como la publicada en una plataforma digital llamada “La Rancherita del Aire”, de Piedras Negras, Coahuila, publicada el 8 de junio del 2018: “En el marco del Día de la Libertad de Expresión, la administración pública municipal ‘Zaragoza Somos Todos’ que encabeza la alcaldesa Angelita Flores Torres, llevó a cabo una cena para festejar a quienes se dedican al periodismo. El evento se realizó en las instalaciones del balneario Santa Fe, a donde acudieron integrantes de los medios de comunicación como reporteros, locutores y escritores, quienes además participaron en una rifa de regalos, entre ellos una pantalla plasma de 35 pulgadas”.

Agrega: “A nombre de todos mis compañeros que nos dedicamos a esta bonita y difícil labor, agradecemos este gesto tan significativo para nosotros, ya que es el único municipio que nos reconoce este día de la libertad de expresión”, dijo Paul Garza, periodista con más de 40 años de trayectoria.

O como la que aparece registrada en la plataforma digital Interdiario.com, de Cuautla, Morelos, con fecha del 4 de junio del 2019: “En el marco del Día de la Libertad de Expresión, que se celebra el 7 de junio, el alcalde Jesús Corona Damián, acompañado de la presidenta del DIF Municipal, Minerva Rivera García, de regidores y funcionarios, festejó en grande a los diferentes medios de comunicación”.

Agrega: “En la convivencia, se entregaron reconocimientos a cada uno de los periodistas, además de que todos se llevaron un regalo y como cereza del pastel el alcalde Jesús Corona Damián junto con los regidores César Salazar Zamora, Irving Quiroz Díaz y Giovanni Lezama Barrera, rifaron una motocicleta con casco incluido”.

 

ASPIRACIÓN

La libertad de expresión es una vieja aspiración del hombre. Una de sus primeras definiciones jurídicas se encuentra en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, inspirada en el espíritu filosófico del Siglo XVIII, que marca el fin del antiguo régimen feudal. Es uno de los textos elaborados por la Asamblea Nacional Constituyente reunida en París, durante la Revolución Francesa.

En su Artículo 10, advierte: “Nadie debe ser incomodado por sus opiniones, inclusive religiosas, a condición de que su manifestación no perturbe el orden público establecido por la ley”. Y agrega en el Artículo 11: “La libre comunicación de pensamientos y de opiniones es uno de los derechos más preciosos del hombre; en consecuencia, todo ciudadano puede hablar, escribir e imprimir libremente, a trueque de responder del abuso de esta libertad en los casos determinados por la ley”.

Los principios de la libertad de expresión están también nítidamente definidos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, promulgada en 1917. El Artículo 6 señala: “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público; el derecho de réplica será ejercido en los términos dispuestos por la ley. El derecho a la información será garantizado por el Estado”.

Este precepto se complementa con lo que expresa el Artículo 7: “Es inviolable la libertad de difundir opiniones, información e ideas, a través de cualquier medio. No se puede restringir este derecho por vías o medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares, de papel para periódicos, de frecuencias radioeléctricas o de enseres y aparatos usados en la difusión de información o por cualesquiera otros medios y tecnologías de la información y comunicación encaminados a impedir la transmisión y circulación de ideas y opiniones.

“Ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura, ni coartar la libertad de difusión, que no tiene más límites que los previstos en el primer párrafo del artículo 6o. de esta Constitución. En ningún caso podrán secuestrarse los bienes utilizados para la difusión de información, opiniones e ideas, como instrumento del delito”.

El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó y proclamó la Declaración Universal de Derechos Humanos, protocolo que fue respaldado por el gobierno de México. En su Artículo 19 dice: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

El 3 de mayo del 1993 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO: United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization) instauró el Día Mundial de la Libertad de Prensa.

La iniciativa se fundamentó en un documento publicado en 1991 titulado “Fomento de la Libertad de Prensa en el Mundo”, en el cual se advertía que una prensa libre, pluralista e independiente era un componente esencial de toda sociedad democrática.

La fecha se había elegido para conmemorar la Declaración de Windhoek, Namibia, aprobada el 3 de mayo de 1991 en el Seminario para el Fomento de una Prensa Africana Independiente y Pluralista, organizado por la UNESCO y las Naciones Unidas.

 

LO QUE SÍ SOMOS

“Mientras el médico construye su ética alrededor de la vida y el abogado en torno a la justicia, el periodista lo hace sobre la base de la verdad. Los demás valores están subordinados a ella”, reflexiona Javier Darío Restrepo, un veterano colega colombiano, apreciado profesor en la Fundación para un Nuevo Periodismo Latinoamericano, en su libro “El Zumbido y el Moscardón” (Fondo de Cultura Económica, México, 2004, pág. 46).

Sobre la tenacidad del periodismo, el maestro Restrepo advierte: “Un muro de concreto podría ser derribado si de manera regular y constante lo golpeara una gota de agua. Claro que no se rompería de inmediato, sino que el agua agrietaría el muro con paciencia hasta lograr desestabilizarlo. Tal efecto no se esperaría del aspecto de una gota de agua: liviana, transparente, refrescante y aparentemente inocua. Su fuerza destructora está en su constancia” (pág. 120).

Considera que el ejercicio del periodismo supone una relación de servicio a los lectores y a la sociedad, aún más estrecha que la de cualquiera otra profesión. El periodista no sólo registra la historia de la sociedad como un espectador ajeno y distante, sino que hace parte de esa historia y cultiva un vínculo de solidaridad con ella.

“Esto lo diferencia de cualquier otro profesional y le da un acento de idealismo que lo define con mayor vigor que cualquiera otra característica” (pág. 163).

“La función principal del periodismo es la búsqueda y difusión de la verdad sobre asuntos de interés público y la defensa de los valores esenciales del ser humano”, establece la Declaración de Principios del Periodismo Centroamericano que cita el maestro Restrepo (pág. 164).

Pareciera una contradicción que, en estos tiempos oscuros, complicados y peligrosos para el gremio periodístico, el trabajo de los comunicadores profesionales, comprometidos y valientes, sea más vital que nunca, para mantener viva la llama de la esperanza que se nutre con la verdad, insumo que enriquece y fortalece a la sociedad.

Sea en mayo, en junio o en cualquier día o mes del año, el trabajo de los periodistas debe ser un culto a la verdad y a la libertad.

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