Filosofando: Medias verdades lesivas

Sábado 18 de marzo de 2023.- El día de hoy toca conocer la manifestación multitudinaria convocada en razón del 85 aniversario de la expropiación petrolera. Es evento histórico hito de nuestro devenir como país. En la mente de todos los mexicanos está sedimentada la ocasión y hasta nos define como pueblo. No será sorpresivo que la convocatoria tenga respuesta masiva, no sólo en el zócalo de nuestra ciudad capital sino en muchas otras de las restantes ciudades del país.

Estamos entrando, o ya la estamos viviendo, a una confrontación de explosiones masivas. Sean mítines, marchas o meras concentraciones, los espacios son desbordados por las multitudes y cada capillita aprovecha el acontecimiento para esparcir el incienso que le venga en gana. Otros dirían, cada uno se lleva agua a su molino. O también, se hace raja de esta leña, aunque no sea un árbol caído. Así somos, no sólo los mexicanos sino todas las comunas de la especie. De manera que no hay por qué admirarse.

Pero vayamos al caso concreto de ciertos contenidos de estos avatares. Por supuesto que el festejo de hoy se finca en la remembranza de la hazaña realizada por don Lázaro, el Tata, Cárdenas, en 1938. Es decir, estamos cumpliendo 85 años de la aplicación de una medida que era muy necesaria en nuestra economía, para poner orden en el saqueo de los recursos nacionales, del que medraban empresas extranjeras establecidas ‘legalmente’ en nuestro país. Les valía a estos corporativos no respetar nuestras leyes laborales ni muchas otras directrices establecidas en nuestra carta magna.

Eran los típicos señorones de horca y cuchillo, como nuestros hacendados locales a quienes apenas se les estaban ajustando las cuentas. La historia de estos y otros acontecimientos de nuestra historia pasada son de sobra conocidos, para darles más cuerda ahora y aquí. Pero tomándonos el pulso en serio, habrá que revisar con detenimiento lo que estamos viviendo por estos días. ¿Tiene sentido que festejemos aquella expropiación todavía? ¿No se dieron en los años recientes pasos sólidos para saquear este emporio, privatizarlo y ponerlo en manos de los particulares?

Está más que claro que tanto Morena, como el mismo presidente AMLO, aprovechan la ocasión de una fecha significativa, para mostrar músculo político. Tienen que confrontar con esta movilización a la que realizó la derecha opositora apenas el día 26 de febrero. Independientemente del objetivo de marras ¿podemos presumir que ya fueron conjuradas las privatizaciones tanto de Pemex como la de la CFE, cuando las reformas estructurales del 2013, en las que se autorizó legalmente este paso, siguen vigente? Suponemos que tales medidas anticonstitucionales, opuestas al mandato revolucionario aprobado en 1917, tienen que volver a ser derogadas. Está claro que con la correlación de fuerzas que tienen por estos días Morena y sus aliados no podrían dar tal paso legislativo reivindicatorio. Pero en algún momento se tendrá que hacer, para volver las canicas a su bolsita original y no ya no estarle dando vuelo a estas medias verdades estrafalarias.

Esta misma deficiencia, que vemos coaligada entre la existencia de estas empresas nacionales y su funcionamiento en los hechos, tiene que extenderse al fenómeno de lo que ocurre entre el funcionamiento dizque democrático, en la correlación que se da entre los poderes constituidos. El poder ejecutivo posee una línea clara de definición política. En el poder legislativo la correlación está mediada, por no decir mediatizada. Ambos poderes fueron instalados por la vía de los sufragios. No es fácil entender entonces por qué las fuerzas legislativas no alcanzan las sumas suficientes para concertar las medidas atingentes que les dictó el sufragio popular.

Peor está la situación si paramos a un lado de estos momios a los monitos del poder judicial. Ya señalamos antes que los personeros de estas instancias ni siquiera están sometidas al veredicto del escrutinio popular. Seguramente han de suponer que los puso ahí la voluta de la arcaica creencia de que eran caprichos del poder divino. Ergo, eran inamovibles de estos puestos.

Con lo que se señala aquí queda más que claro que lo que presumimos como democracia en funciones nos aparece como un modelo deficiente, si no es que hasta deforme. Aparte de que funciona con un formato carísimo, no cubre o no sanciona rubros más que importantes para el sano ejercicio de las actividades colectivas. Se limita, con toda su parafernalia, apenas a los mecanismos de instalaciones de casillas, conteo no amañado de los sufragios y la declaración más o menos eficiente de los resultados de tales jornadas.

Pero la democracia no puede ser reducida a jolgorios tan limitados. Ya no nos metamos a presentar anomalías vividas aún en estos marcos tan reducidos, como han sido por ejemplo los fraudes electorales, la nula o mañosa supervisión de los recursos gastados o invertidos en las campañas y otras lindezas. El hecho duro es que, si bien el grueso de la ciudadanía sale a votar el día de las elecciones, suponiendo que marcará la línea de acción a los funcionarios que ocupen las curules por tales escrutinios, a la hora de la sanción legal, los ganadores tienen que someterse a normativas ya establecidas e inamovibles. No hay cambios de nota, porque el poder real está sometido a los ‘valores entendidos’, establecidos por las consignas de los poderes fácticos. Y no hay de otra sopa. ¿Cuándo corregiremos en serio nuestras planas ciudadanas, para transitar hacia verdades plenas?

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