Hurgar con catalejos

Hurgar con catalejos

Amado Aurelio Pérez

panop1954@gmail.com

cuento del cuento

(tercera y última parte)

La irrupción de la crisis económica y social de los últimos treinta años, (tras la crisis de diciembre 1995) generó un diálogo sobre la cultura nacional. Sus  reflexiones sobre cómo organizar las llamadas empresas culturales condujeron a nuevas  relaciones de producción, de registros estéticos y lenguaje visual, para articular un complejo entramado donde se cruzan la aparición de un nuevo formato y soporte expresivo al interior del sistema literario; un proceso que se va configurando, muchas veces lenta e imperceptiblemente, con la participación de diversos agentes mediadores (autores, recopiladores, editores y críticos, entre otros), quienes van movilizando fuerzas de renovación al tiempo que paulatinamente van construyendo/modificando pautas de lectura y normas de valoración en la escena cultural.

Es posible, entonces, plantearse la necesidad de ir puntualizando algunos hitos que pudieran representar enclaves relevantes para la consolidación de un personaje no decorativo en el tablero literario y, más concretamente, el microcuento en la narrativa hispanoamericana[1].

David Lagmanovich, uno de los más influyentes teóricos del microcuento hispanoamericano, afirma que, como en todo proceso de comunicación, el género microrrelato es una oferta de lectura. Toda la literatura del mundo se basa en un tácito pacto, tan común que casi nunca pensamos en él: es el contrato que se establece entre el autor y el lector.

 

El escritor (sin enunciar estas palabras, sólo con su actitud) dice: “Te propongo que me leas, pues tengo algo que contarte”. Por su parte, el lector expresa: “Te leo, pero a cambio de que tú me cuentes algo; si no tienes ningún producto de interés que ofrecerme, guárdate tu mercancía y déjame seguir mi camino[2]

 

Como un producto del mercado de masas, un producto artístico de larga tradición y con sólidos espacios de reconocimiento institucional, en los últimos 30 años, no sólo por la creciente profesionalización de sus creadores, ha visto sus más importantes experimentos estéticos e ideológicos en la aproximación a temáticas que canalizan la ansiedad social y la protesta política a través de un complejo debate con el realismo, su estilo propio, y la plena madurez.

 

En el marco de un curso sobre literatura fantástica, dictado por la Dra. Maria Imhof en Alemania, en el Romanisches Seminar de la Universidad de Colonia, Samanta Schweblin presentó el cuento “Un hombre sin suerte”, ganador de la edición 2013 del Premio Juan Rulfo. Ya entonces era considerada una escritora excepcional, en 2008, le fue concedido el Premio Casa de las Américas, por un libro que después fue traducida a once lenguas y editada en veintidós países. Su obra: Pájaros en la boca. Ahí afirmó: “la literatura funciona muchas veces como espejo, hay espacios para los miedos y para las angustias, pero en esos espacios cada uno dibuja sus propios monstruos”.[3] EL CUENTO BREVE, no es arqueología, sino arte, y lo que le importa es expresar, excitar, alterar la realidad según la inspiración del autor.

[1] Fernández Pérez, José Luis. (2010). El microrrelato en Hispanoamérica: https://dx.doi.org/10.4067/S0716-58112010000100004

[2]https://www.iai.spk-berlin.de/fileadmin/dokumentenbibliothek/Iberoamericana/36-Lagmanovich.pdf

[3]https://journals.iai.spk-berlin.de/index.php/iberoamericana/article/view/378/62

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