La frialdad de los números
Juan M. Negrete
Cayó el telón. Para la inmensa mayoría de paisanos está claro el resultado final del proceso electoral vivido. Retorna pues a sus ocupaciones habituales, con una información global y objetiva en el bolsillo. Todo mundo incrusta a su mente y a sus anaqueles de información necesaria, para poder seguir deambulando por el mundo con cuadros de realidad.
La lección tradicional nos enseña que los números son fríos. Resulta pérdida de tiempo enredarse en borucas y alharacas. Algunos segmentos de la sociedad tienen en estas discusiones su materia prima, por ejemplo, los medios. Ahí se suele rizar el rizo hasta que ya la cuerda no da más de sí y se tira. Pero para las inercias habituales, para la rutina cotidiana de la gran mayoría, se capta de lleno la imagen firme, se interioriza y… a otra cosa, mariposa.
Hagamos entonces el ejercicio cuantitativo que arrojó la jornada electoral, que no tiene mucha complicación, si quedaron tan claras las partidas. El Instituto Nacional Electoral (INE) empezó el pasado miércoles el conteo de las actas distritales en los 300 consejos de todo el país y lo concluyó ya este fin de semana. Con el 99.7954 por ciento de las actas computadas, informa que la participación ciudadana fue del 61.0406 por ciento.
Para Claudia Sheinbaum, la candidata del partido en el poder y sus aliados, se sumaron 35 millones 849 mil 484 de votos válidos. La candidata del PRIAN, Xóchitl Gálvez, obtuvo la suma de 16 millones 463 mil 381 sufragios. Jorge Álvarez Máynez que encabezó la opción del partido MC alcanzó la suma de 6 millones 190 mil 942 votos. Puestos estos números en porcentajes arrojan las siguientes cifras: El 59.76% para Claudia Sheinbaum; el 27.44% para Xóchitl Gálvez y el 10. 32% para Jorge Álvarez Máynez. Y colorín, colorado, la danza en torno al apoyo para ocupar la silla presidencial se ha acabado.
Si le buscamos otras precisiones a estas sumas, vemos que Claudia superó a Xóchitl con 19. 3 millones de votos. Y a Máynez le aventajó con una cantidad cercana a los 30 millones. Nadie puede entonces presentar dudas o incertidumbres sobre para qué lado se cargó la balanza y cualquier disputa sobre la legitimidad o la invalidez de ejercer tal mandato, carecería de sentido. Claudia arrasó y más vale que nos pongamos a trabajar en lo propio y ya cada uno de nosotros. Para una próxima elección falta mucho todavía.
La semana completa ha estado llena de programas, análisis y comentarios extendidos sobre el proceso. Como nos ocurre siempre, hubo declaraciones precipitadas de triunfo, hubo especulaciones sin freno y hasta ofensas y diatribas de algunos dizque analistas en contra de la gran masa de votantes, que somos todos. Ya es clásica esta disrupción y pérdida de juicio de nuestros comentócratas, cuando los resultados les son adversos a los candidatos que apoyan. Ya debían de ir ajustando mejor sus catalejos y aceptar ciertas dosis de realismo, para no perder el juicio de manera tan infantil, por decirlo de algún modo. Ya veremos lo que se siga de todo esto, pues apenas empieza.
Sólo para ilustrar con algunos ejemplos la forma del autoengaño con la que bordan y tejen muchos hombres de micrófono, mencionamos una de las muchas comparecencias mediáticas roladas y que son populares. El miércoles pasado invitó Ciro Gómez Leyva a su programa a Epigmenio Ibarra. Ambos disertaron y cambiaron puntos de vista, como lo hacen cada semana. Dijeron todo lo que les vino en gana. Pero a la hora de los números, Ciro pontificó, cual es su costumbre: “Entonces, ya quedaron dirimidas las partidas. Tenemos un 60 – 40”.
Habría que componerle la plana al bueno de Ciro. Si hubo tres propuestas, ¿Cómo suma a las dos perdedoras en una sola? ¿Cuál es el criterio en el que funda esta fusión, si casi al final de la campaña, el equipo de Xóchitl promovió por todas las vías la declinación del candidato del MC a favor de la señora de las gelatinas y éste se negó abiertamente a hacerlo? ¿Por qué entonces Ciro los funde de manera tan deportiva? En números cerrados tenemos tres partidas, no dos. Fijar los montos en sólo dos, revela un maniqueísmo desastroso, que no se sostiene. Así que su 60 – 40 se puede ir olímpicamente de paseo.
Pero el cuadro que pintó su invitado del jueves, Germán Martínez, resultó aún peor. Independiente de la justeza de los números que se manejaron ahí, pues todavía no conocíamos las cifras definitivas, el senador soltó una perorata disparatada, que no se sostiene con nada. Redujo el porcentaje de votación de Claudia a 30 millones nada más. Pero esto resultaría mera minucia. Lo que vino después es lo desbocado. “Ciertamente – afirmó – Morena se lleva el triunfo. Pero que no se les olvide que no votaron por ellos, no sólo los opositores que vimos en las boletas, sino que tampoco lo hicieron los otros cuarenta millones que no acudieron a las urnas. Así que los números reales arrojan 30 millones para los morenos y 70 para la oposición”.
¿Qué trató de mostrar con semejante galimatías? ¿Que tenemos una democracia tan defectuosa en la que una minoría se alza con el triunfo mientras que la gran mayoría es despojada de su triunfo? Sumando los votos de toda la oposición, los nulos y las abstenciones que no acudieron a las urnas por no querer o no poder hacerlo, ¿la mayoría es distinta a la que todos estamos asimilando ya como valedera? Por eso pierden, ya se ve. Con su pan que se lo coman.