Los depósitos de ahorro para el retiro

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De los datos manejados en las reflexiones sobre la pobreza y el pronóstico miserable para las pensiones de nuestra gente, faltan variables por presentar. Hay que buscarlas o no visualizaremos fórmula eficiente alguna de salida. No hacerlo conllevaría de plano a un pesimismo nada grato. retiro

Hicimos hincapié suficiente en que de haber individualizado las cuentas de las cajas de ahorro de las instituciones de seguridad social (IMSS, ISSSTE y anexas), de donde se tomaba el dinero para pensionar, devino en el quebranto del monto por recibir de los beneficiarios. Como se ve, esto de ‘beneficiados’ es mero eufemismo, porque en realidad saldrán perjudicados. No tienen garantizada pensión vitalicia alguna, ni su monto mensual será suficiente para cubrir sus necesidades más apremiantes.

La clave para su corrección está en ponerle fin a dicho esquema privatizador. Sintetizamos en un solo concepto todo ese universo de enredos legales, pasos y procedimientos burocráticos y financieros, llamándoles ‘cuentas Afore’. Esa cuenta del ahorro de cada trabajador, llevado con o sin su consentimiento a una institución financiera (que es la afore mentada), es fondo inamovible. Sólo recibe depósitos, no salen. Es el formato idóneo para su capitalización.

El asunto grave viene siendo que un dinero que no se mueve, al estar expuesto a la depreciación por efectos de inflaciones o devaluaciones u otras siniestras figuras del mercado fiduciario, tiende a reducirse y aún hasta a desaparecer. De ahí que los titulares o guardianes de dichos ahorros estén obligados a buscar giros que le generen ganancias a estos depósitos. Pero, si lo hace con poca fortuna, dichos montos también pueden enfrentar pérdidas.

Entonces, ¿en qué renglones habría que utilizarlos, que no fueran puestos en riesgo de depreciación? Aquí es donde se juegan la magia los inversores y se vuelven maromeros y malabaristas, para garantizarle a los ahorradores que su dinero está seguro y que, cuando lo vayan a ocupar (porque no hay plazo que no se llegue) lo recibirán. Si no crecido con intereses, respetando al menos el principal. Y es donde se encuentra lo complejo del caso.

Porque resulta que, si bien los interesados nunca fueron consultados si querían o no tener una cuenta individualizada y capitalizada a su nombre, ni tampoco si querían que ‘alguien’, ‘un tercero’, se las administrara, su cuenta fue cercenada y privatizada. Hay un administrador que dizque les cuida dichos fondos. Lo haya escogido el trabajador o no, le cobra por cuidarle su dinero. Toma el cobro del monto que va creciendo por obra y gracia de sus ahorros constantes. La quita que hace el administrador es merma al monto general, que se va a reflejar al final, en la entrega de lo que se fue guardando.

¿Cómo no va a haber merma, si aparte de las inflaciones y las devaluaciones posibles, hubo sustracción para el pago puntual del administrador? ¿Cómo no va a haber merma, si no se le puso a jugar en el casino de la economía, para que ganara intereses, pero el pago por administrarlo no se frenó nunca?

Pero la variable más perniciosa es preguntarse por la merma posible, cuando no hubo garantía que el propio ahorrador sostuviera una entrega sistemática e ininterrumpida en su ahorro, que es la cuenta generadora de su futura pensión. Primero se le puso un tope muy alto, el de 1 250 semanas de cotización. Son demasiadas semanas, más del doble de las que obligaba el esquema viejo, que era de 500 semanas. Pero se vuelve una cifra casi imposible de alcanzar porque el mercado laboral es endeble y mantiene cotas permanentes de desocupación temporal, con las que se impide en serio la posibilidad de que dicha cifra sea alcanzada.

Ya dijimos que el universo de los trabajadores que pululan en la informalidad fue eliminado de un brochazo para este beneficio. No dijimos que los trabajadores del campo ni conocen estas proclamas pensionarias. No las han visto ni por los forros. Del mundo de las trabajadoras domésticas, de quienes apenas se ha empezado a mover su derecho a ‘ser contratadas’ legalmente, habría que decir que viven otro tanto de injusticia como la de nuestros ignorados labriegos. Pero aún la gente que ingresa a la formalidad tiene que lidiar, subcontratación mediante, a tampoco alcanzar la cifra requerida para obtener una jubilación digna. Ni con garrocha. A todos ellos les pusieron la varilla a saltar demasiado alta.

Habría que sumar más irregularidades. Caso concreto es el de la manga ancha, o la vista gorda, para permitir en los institutos de seguridad social que el empleado sea registrado con un ingreso distinto (a la baja, por supuesto) al salario real con el que es remunerado. De ganar, cinco, siete o diez salarios mínimos, los patrones suelen darlos de alta con el monto de uno o de dos salarios mínimos.

Siendo así, ¿cuándo va a alcanzarse la suma para una pensión justa y digna? Lo peor es que hasta el día de hoy se escabullían los montos reales, como para eludir los pagos. Pero ahora, el mercado interno se ha desplomado y los salarios reales de los trabajadores están en serio a la baja. Las nuevas contrataciones son de dos o tres salarios mínimos. Las de cinco, han desaparecido del escenario. Con estos números, ¿hacia qué precipicio se desploma nuestra economía? Ya no es sólo cosa de expectativas de pensiones, sino del sostenimiento presente mismo. En ésas andamos.

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