Filosofando
Criterios
Hay que darle seguimiento crítico a la boruca levantada por la reforma educativa, segunda edición. Fue extraño que, en la acometida del último día de sesiones, fuera rechazada. Le faltó un solo voto en el senado para que se fuera ya a los archivos de las cosas juzgadas o concluidas. Si terminen mal o bien, es otra cosa, pero podía guardarse como terminada. No fue así.
Como no es asunto intrascendente, se aprobó de inmediato un período extraordinario de sesiones para no dejar que se enfriara. Al rechazarla el senado volvió al congreso. Las comisiones, ya instaladas en período extraordinario, le hicieron los ajustes acordados. Se vieron ágiles los representantes populares en este negocio. No sólo aprobaron a la carrera el período extra sino que entraron a saco en las componendas. Ya remendada la propuesta, se la tornaron al senado para su discusión y aprobación en su caso. Así suele decirse, aunque había visos de que ahora sí pasaría la aduana.
Y así fue. En el senado fue avalada prácticamente por todos los partidos presentes, salvo el PAN. Los números son claros: 97 votos a favor, 20 en contra y tres abstenciones. Las abstinentes, fueron Claudia Anaya y Vanessa Rubio, del PRI. La otra fue Guadalupe Murguía del PAN. Votos extraños, pues toda la bancada panista votó en contra y la priísta a favor. Pero en fin, es parte de los usos y costumbres de los legisladores. Le llaman votos de conciencia, aunque no se sepa bien dónde hacen hundir las raíces de su conciencia. A muchos les queda seria duda si acaso la tendrán. Pero pasemos adelante.
Tras la votación, el presidente del senado, Martí Batres, declaró aprobada la reforma a los artículos 3, 31 y 71 de la constitución. Lo que sigue ahora es remitir tales enmiendas, en paquete, a los 32 congresos estatales para que los diputados locales la aprueben o rechacen. Tal vez no vaya a recibir la unanimidad que recibió la creación de la guardia nacional. Pero tampoco hay expectativas de rechazo, pues sólo necesita ser aprobada en mayoría simple, esto es, que la apoyen 17 congresos. Morena controla 19 de ellos. Y como que el voto de los morenos está comprometido en esta versión. Así que la expectativa plausible es que pase sin dificultad esta aduana final.
En el senado festinaron el resultado final. Que hayan dejado sola a la bancada del PAN asumiendo números de derrota es un espectáculo cruel. Se dice, hasta este momento, que su margallate echa por la borda la anterior reforma, la de Peña Nieto o del Pacto por México como se le quiera llamar. Es perfidia pura ver que, si hace seis años promovieron la reforma estructural para el rubro educativo el PRI, el PAN y los verdes, de consuno, a una mano, como un solo hombre, ahora sólo la defienda el PAN, que no era siquiera el bloque más fuerte. Incluso le llamaron todo el tiempo su reforma insignia. Pues ahora que los priístas la tiran al caño, habrá que revisarles sus fondos de convicción. A primera vista aparecen muy lábiles y veleidosos.
Pregunta obligada resulta ahora, contrario sensu, saber si efectivamente la reforma peñista fue desechada o no. Si es modificación en serio, vienen siendo los priístas pues los que han de ser señalados como incoherentes y volátiles. Pero si se trata de una mascarada y se mantiene en la nueva el canon establecido en la anterior, como lo señala la CNTE, entonces hay que elevarle el extrañamiento a los panistas, cuya votación opuesta es mero ruido de contrabajo, para sonar a tono con la comparsa. Podrían haberse unido a la mayoría como lo hicieron con el voto por la guardia nacional y que esta modificación también saliera por unanimidad. No hubiera sido sino una mancha más al tigre, dentro de las incongruencias y falacias con las que se manejan en tales recintos.
No hay mucho qué festinar en todo este sainete legislativo. No importa que los morenos hayan logrado convencer a los votos del PRI para pasarlos a su bando. No fue más que un acto circense más, cuestiona la CNTE y convoca a continuar con las movilizaciones y la resistencia en sus espacios laborales, las escuelas y los pueblos. Hugo Aboites, uno de los analistas más reconocidos de este asunto, señala en su columna de hoy (La Jornada, Sin proyecto, 11/V/19) varios puntos en los que cedió Morena a la pretensión original (¿auténtica?) de abrogar la mal llamada reforma educativa. Y con eso, lo conseguido en esta jornada fue dejarla de pie, vivita y coleando. La tal promesa al magisterio de echar abajo la reforma peñista no fue tal. Es un engaño más de nuevo y de mala catadura.
Aboites señala que, a cambio de aceptar la eliminación de la evaluación punitiva y algunos cambios de nomenclatura, los morenos se dejaron incrustar la derecha en el gobierno. No sólo recupera ésta la cimentación constitucional del proyecto neoliberal de Peña Nieto sino que lo fortalece. Con la nueva redacción ‘abre la conducción de la educación (a través de un nuevo INEE) a la representación de más organismos internacionales, empresariales y sociales, afines a la visión neoliberal; le amplia las facultades como coconductor privatizado de la educación; mantiene a los maestros fuera del artículo 123, vulnerables a futuras leyes secundarias hostiles; aborta el derecho a la educación superior y orienta la ciencia a la innovación empresarial’. De ser así, no sólo hay que aceptar que el panorama está peor que negro, sino que cargamos a cuestas con un pesado fardo de mentiras. Y esto no puede dejarse pasar adelante. No es un buen referente para la credibilidad de las verdaderas intenciones de la 4T.
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