Reflexiones luego del supermartes

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La carrera estadunidense para triunfar en la cita electoral del 3 de noviembre próximo ya está tomando color. Hace apenas unas semanas los escenarios eran totalmente diferentes al tinglado con el que amanecimos hoy, luego del supermartes norteamericano.

El día de ayer, millones de votantes salieron para respaldar a sus abanderados y ayudarles a conseguir la mayor cantidad de los mil 357 delegados electorales que estuvieron en juego en 14 estados, más el territorio de Samoa. De ellos, las joyas de la corona fueron California y Texas, donde se disputaron 415 y 228 delegados respectivamente, y donde el voto latino tiene un fuerte peso específico.

Al principio de la jornada, los escenarios que dominaban el ambiente eran dos: Bernie Sanders ganaba por amplio margen y consolidaba su camino hacia la nominación demócrata o la elite del partido lo frenaba y encumbraba al exvicepresidente Joe Biden. Dado los resultados de ayer, el escenario que se presentó fue el segundo.

El gran ganador de la noche fue Biden. Quien no necesariamente perdió, pero obtuvo menos votos de lo proyectado fue Sanders. Al final de la jornada, las encuestas levantadas antes del martes sucumbieron frente a la voluntad del electorado. Parece que el impulso obtenido por Joe Biden luego de su triunfo en Carolina del Sur revitalizó su campaña y lo colocó como el ganador de la jornada con el respaldo de los votantes moderados.

Sin duda, antes de la crucifixión, Biden vivió su resurrección. Ganó ocho estados: Arkansas, Oklahoma, Tennessee, Alabama, Virginia, North Carolina, Massachusetts y Texas; frente a los cuatro donde triunfó Sanders: California, Colorado, Vermont y Utah. Aunque Sanders triunfó en California, debemos mencionar que el día de ayer obtuvo menos votos que los cosechados en ese mismo estado en 2016 cuando disputaba la nominación demócrata con Hillary Clinton. Este dato nos puede indicar que el tope máximo de apoyo lo obtuvo hace casi un lustro y el arrastre del senador por Vermont viene a la baja.

Por otro lado, el día de ayer los demócratas salieron a las urnas a destrabar un dilema: continuaban girando a la izquierda o detenían ese vuelco y apostaban por los moderados e indecisos; todo ello, bajo la lógica de evitar llegar a la convención de julio con un partido dividido y la necesidad de maniobrar políticamente para destrabar el enredo y elegir a su candidato, asumiendo un alto costo político-electoral que le abriría aún más las puertas a Donald Trump.

Sin duda, la estrategia “todos contra Sanders” funcionó. Salieron a votar por el representante del establishment demócrata, Joe Biden. Les asusta la sola idea de saber que Sanders siga llenando las plazas, pero deje vacías las urnas. Piensan que Biden puede ser un candidato que capitalice los votos en contra de Trump, mientras con Bernie pueda suceder lo contrario, que varios votos demócratas moderados o conservadores migren hacia las urnas republicanas,con lo cual pudiese perder hasta la Cámara de Representantes.


Veremos cómo se desarrolla en los próximos meses la campaña para la designación del candidato presidencial de los demócratas entre el 13 y 16 de julio durante la Convención Nacional en Milwaukee, Wisconsin. Pase lo que pase, no debemos olvidar lo dicho por el juez de la Suprema Corte, Louis D. Brandeis: “En Estados Unidos podemos tener democracia o podemos tener la riqueza concentrada en las manos de unos pocos, pero no podemos tener ambas”.

Ante esa disyuntiva, solo queda esperar la decisión de demócratas y republicanos.

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