Sandoval Godoy, ignorado por El Informador

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Don Luis Sandoval Godoy se dejó atrapar por la muerte hasta que bien quiso: cuando había terminado de escribir, y editar, según mis cuentas, el libro número 61 o 62 ─hay quienes afirman que fueron 70─ “librillos”─, como él les decía.

La vida al ilustre hombre de El Teúl, Zacatecas, se le fue escribiendo con esmero y pasión; dijo todo lo que quiso y lo que tenía que decir.

Allá, lo desconocido, tituló a su obra postrera. Como diciendo hacia donde voy y hacia donde todos iremos, pues el tema de la muerte era muy recurrente en varios de sus libros, sobremanera los escritos en lo que va del milenio.

Y murió en un día que pareciera haberlo escogido dado su profundo cristianismo: el 20 de junio, día del Corpus Christi (Cuerpo de Cristo), 92 años, tres meses y días después de haber nacido un 5 de marzo de 1927, en plena Guerra Cristera y cuando se cumplen nueve décadas de Los arreglos entre el gobierno de Plutarco Elías Calles y la jerarquía eclesiástica mexicana, obligada por la Santa Sede a pesar de la inconformidad de los combatientes que creían no estar muy lejos de la victoria. Su desacuerdo era porque iban a quedar al amparo de la venganza, tal como ocurrió.

Precisamente, Sandoval Godoy se especializó en escribir mucho sobre dichos pasajes y fue un puente entre el historiador Jean Meyer y el padre Nicolás Valdés, quien había recopilado tantos testimonios sobre lo sucedido entre el inicio de la contienda y el fin del conflicto y muchos años después cuando fueron siendo eliminados varios de sus líderes sobrevivientes.

Todo lo anterior en el ámbito de escritor.

Como periodista, el aludido se inició en el diario El Occidental en donde permaneció por poco tiempo.

Su mayor actividad, y más fructífera, fue en El Informador en donde dio lo mejor de sí: de reportero pasó a jefe de corresponsales, luego fue cofundador y director del suplemento cultural, responsable frecuente de elaborar los editoriales de dicho diario en donde, además, era autor de dos columnas.

En su tiempo libre, de 1968 a 1970, fue maestro en la Facultad de Filosofía y Letras y un tiempo, en otra institución educativa, dio cursos de verano sobre el estudio de Don Quijote de la Mancha.  

Después de dar casi dos terceras partes de su vida a El Informador, luego de una “reingeniería” en la que llegó nuevo personal ─del dueño y director hacia abajo─, fue obligado, de manera poco cortés, a renunciar, situación de la que más de una vez se quejó.

Tan mal quedaron para Sandoval Godoy las cosas ahí que su fallecimiento ni siquiera ameritó unas líneas en el periódico al que entregó su vida: ni una línea, ni una frase, ni una palabra, tanto en el sitio web como en el impreso de El Informador. Y eso que fue un pilar muy importante para el matutino al que dio brillo, junto con otros personajes que por ahí han pasado, desde fotógrafos y reporteros hasta escritores como él, quien sí ha sido muy reconocido y con varios premios a su favor.

O es mucha la ingratitud de este medio ya centenario o es demasiada la soberbia hacia alguien que se distinguió precisamente por su sencillez, rectitud y humildad, pero con un dominio del lenguaje como pocos y autor incansable; hurgador de hechos desconocidos y gran cronista de los mismos.

Al día siguiente de la muerte de Sandoval, en redes sociales hice una breve reflexión al respecto y en términos similares a los citados párrafos arriba y las respuestas de la gente fueron de extrañeza, pero también de reproche por comportamientos similares hacia otros extrabajadores. Algunos señalando, incluso, que ese es motivo de su cada vez más limitada circulación.

Como quiera, don Luis Sandoval Godoy estuvo mucho más allá de la mezquindad de sus patrones y él no tuvo empacho en hacer las cosas profesionalmente, con entrega y pasión por las letras.

Que descanse en paz este escritor prolífico y de muy grata memoria.

El tiempo dirá quién o quiénes trascienden más a las limitadas miras de algunos, tan mortales, como cualquier ser humano.   

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