Siqueiros en Buenos Aires
Silvia Patricia Arias Abad
El impactante mural realizado por David Alfaro Siqueiros y su equipo poligráfico en 1933 denominado “Ejercicio Plástico”, el cual, tras años de abandono y desidia, además de un largo proceso de restauración, se puede disfrutar hoy (y desde el 2010) en el Museo Bicentenario, que se encuentra situado a espaldas de la Casa Rosada, en Buenos Aires, Argentina. Entre curiosidades como los zapatos de gala de Carlos Menem, un lienzo de Eva y Juan Domingo Perón que representa el día de su boda, ahí se ubica al final del recorrido el plato fuerte a degustar: El mural de Alfaro Siqueiros, su “Ejercicio Plástico”. Debidamente protegido entre cristales, se entra a él mediante un estricto proceso, con un cupo limitado y cubriéndose los zapatos con bolsas de tela, puesto que la forma en que fue plasmado este mural tiende a absorber al espectador desde el piso hasta el techo.
El guía nos señala que dadas las circunstancias legales en las que se encuentra el mural debido a un litigio que aún se encuentra abierto entre el Estado Mexicano, que reclama la obra del pintor y la empresa constructora que a su vez demanda por el espacio del sótano que previamente se adquirió junto con la casa donde se encontraba, es por ello por lo que es imposible mover ni un centímetro la obra si no es con la venia de ambas partes.
En este contexto, la obra de Siqueiros se mantiene viva y expuesta con el apoyo del gobierno argentino como del gobierno mexicano, reconociendo el primero a la obra de Siqueiros como patrimonio cultural.
La historia de esta obra ha sido relatada a través de documentales, películas y libros: Siqueiros tras varios meses en la cárcel, partió rumbo al exilio. Llego en mayo de 1933 a Argentina, con la idea de realizar en Buenos Aires una pintura mural a gran escala como las que venía realizando en distintas partes de México y Estados Unidos. Sin embargo, su deseo de realiza una experiencia muralista al aire libre se vio frustrado por el clima político que se vivía en ese momento en Argentina, ya que en ese momento detentaba el poder un gobierno militar.
Posteriormente conoce a Natalio Botana fundador del diario Crítica, quien le encargó la decoración del sótano de su casona en Don Torcuato. A pesar de tratarse de un encargo privado, Siqueiros dispuso de total libertad para realizar su obra. Para ello organizó un grupo compuesto por los pintores argentinos Lino Enea Spilimbergo, Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino y el escenógrafo uruguayo Enrique Lázaro. Este mural, realizado con técnicas innovadoras para la época como el uso de proyectores, reglas flexibles, aerógrafos y silicato de etilo como materia pictórica muestra una experimentación técnica sin precedentes que también se observa en el dibujo y las poses de las figuras.
Tuvieron que pasar varias décadas para que esta obra pudiera ser restaurada y abierta al público. A la muerte de Botana en la década del 40, la quinta fue vendida a una familia que ordenó rociar la obra con ácido para borrarla y luego decidió cubrir los muros del sótano con cal, por considerar «obsceno» el tema del mural. Después la quinta pasó por sucesivos dueños, hasta que en 1991 la obra fue desmontada y guardada en contenedores, en los que supuestamente permanecería por unos pocos meses pero que, lamentablemente, debido a interminables disputas judiciales, debieron albergar las paredes del mural durante 17 años, que sufrieron los efectos del deterioro y la omisión.
De todos modos, gracias a los materiales utilizados por Siqueiros, este mural pudo resistir el paso del tiempo y ser restaurado exitosamente. Hoy a 91 años de su creación hace que visitar el mural sea una experiencia única. El mismo tema de las pinturas (mujeres que flotan en un ambiente acuático) nos hace sentir dentro de una suerte de pecera, nos sumerge en un espacio envolvente y acogedor.
No podemos hacer otra cosa que celebrar la recuperación de un patrimonio artístico de gran valor para nuestro país, no solamente por sus méritos técnicos y estéticos sino también por su historia y por el triunfo que significó poder convertirlo en un bien público, y terminar así con las disputas de particulares que lo mantuvieron descuidado y oculto por tantos años. Y esperemos que podamos ver pronto un final legal y así recuperarlo y disfrutarlo plenamente en territorio mexicano.