Al atardecer, en el paseo se le presenta, en forma de perro, Mefistófeles –a quien por el prólogo sabemos que el Señor concedió permiso para seducir al doctor--, que le sigue y, ya como hombre, penetra con él en su casa, y le ofrece un pacto que Fausto acepta, por el cual volverá a ser joven y a conocer el amor. El renovado Fausto encuentra a Margarita, joven e inocente, a la que enamora y logra engañar, pero ésta al final, se resiste animada por una inspiración divina, negándose a seguirle ya más, y mientras Mefistófeles arrastra a Fausto.