Última charla con Guillermo García Oropeza

Foto: García Oropeza en entrevista/Javier Ramírez.

 

Guadalajara, Jalisco.-A solicitud de una estudiante de Historia que está haciendo su tesis sobre la escritora Lola Vidrio, a finales de mayo pudimos concertar una cita con el arquitecto Guillermo García Oropeza, quien hace un par de días falleció a los 82 años de edad.

Gracias a la intervención, primero, de María Fernanda Matos, luego de Laura y Gabriela Flores Peredo, la esposa de García Oropeza, Rita Sánchez Larrauri, accedió a que visitáramos al arquitecto en su casa, en la colonia Arcos. El escritor tenía serios problemas de salud, por lo que atendía a muy pocas personas y sólo en ocasiones especiales, siempre y cuando estuviera en condiciones.

La tarde de un martes, acompañados por Gabriel Flores Peredo, nos recibieron en la terraza de su finca, en medio de un pequeño bosque –porque aquello ya no es un jardín sino un bosque lleno de enormes árboles donde pululan las ardillas–, y nos ofrecieron café y galletas.

La joven hizo las preguntas y grabó la entrevista, que estaba orientada a saber cómo era la vida cultural en Guadalajara durante la juventud del arquitecto y cómo recordaba a Lola Vidrio.

Aunque su voz aún era fuerte y clara, y de vez en cuando soltaba frases irónicas, ya no era aquel memorioso escritor que narraba de manera extensa y amena anécdotas y recuerdos de la Guadalajara que le tocó vivir. Aquí se transcriben algunas de sus respuestas.

“Mi barrio básicamente era San Francisco y Mexicaltzingo, toda esa zona. Mi madre trabajaba en las oficinas del ferrocarril. Es un barrio que conozco muy bien. Era muy sabroso. Yo iba al colegio Cervantes, que estaba en el centro, por la calle de Parroquia, entre López Cotilla y Madero, ahí estudié la primaria.

“San Francisco era un templo célebre en Guadalajara, lo habían quemado, y Aranzazú era un templo muy favorecido para las bodas. Los franciscanos era una orden muy exitosa, popularmente. Más lejos estaba Mexicaltzingo.

“Ciertamente, sí era muy importante Mexicaltzingo. Había una figura religiosa, un cristo que era muy venerado: el Señor de Mexicaltzingo. Entonces el barrio se completaba entre San Francisco, Aranzazú y Mexicaltzingo. Creo que se llamaba Mexicaltzingo porque originalmente era un lugar a donde llegaban los indios de México. Tengo la impresión, no podría asegurarlo.

“Las Nueve Esquinas era una zona muy popular. No creo que mucha gente se acuerde que era la zona donde llegaban los camiones foráneos. Había antojitos y un comercio muy vivo. Había un prostíbulo y cantinas, aunque no era una zona roja.

“Mi familia paterna era zamorana, michoacanos, y por el lado de mi madre eran sinaloenses, sonorenses, norteños. Guadalajara era una ciudad de migrantes”.

 

Aprendizaje literario

 

Guillermo García Oropeza dijo que cuando estaba en el colegio empezó a escribir “composiciones”, en las que “era bueno”. Sin embargo, su acercamiento más formal a la literatura se dio por medio de sus amigos, que vivían por la misma zona. “Estoy pensando en Nacho Arreola, por ejemplo. Mi contacto con la literatura es un contacto con amigos, con mis cuates; pienso en Ernesto Flores, por ejemplo. Es algo muy natural, creo, que uno se sienta atraído y se cree una amistad en torno a la literatura. Mi conocimiento no viene de la escuela ni de la Facultad de Filosofía sino del trato con mis amigos, que todos eran aficionados a la literatura, y siguen siéndolo”.

García Oropeza recordó que él y sus amigos –Ignacio Arreola Haro, Ernesto Flores y Hugo Gutiérrez Vega– no formaron un grupo ni se reunían en cafés, como otros círculos intelectuales anteriores y posteriores a ellos. Se reunían en la casa de alguno de ellos. “Yo en los últimos años asistía a la casa de Nacho Arreola”.

“Tendríamos veintitantos años. Estaba estudiando arquitectura. Pero mis amigos del colegio no eran los de la escuela de arquitectura. Estos de los que estamos hablando era un grupo distinto. Ir a platicar de libros era nuestra diversión. (Arturo) Rivas Sáinz había sido nuestro maestro. Fue mi maestro en la secundaria; daba Etimologías griegas y latinas. Y era un poco el maestro de literatura de todo el grupo; un buen tipo. Era muy amable, buen maestro, muy intelectual, bien informado”.

“Lola Vidrio era muy famosa, como escritora y poeta. Era una mujer culta, lo cual no era muy frecuente en el medio. Sus libros eran muy comentados. Era parte muy viva del mundito literario de la época. Era brillante, muy brillante”.

Guillermo García Oropeza fue cronista, articulista en diarios locales y nacionales y autor de numeroso libros, entre ellos un volumen de cuentos titulado Encuentro en Ámsterdam.

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