Salinismo: hechos y crímenes sin aclarar (VI)

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Dos meses antes de que Carlos Salinas cumpliera su primer año de gobierno, el 1 de octubre de 1989, en trágico accidente carretero moría Manuel Clouthier.

Desde que codo con codo Cuauhtémoc Cárdenas, Rosario Ibarra de Piedra y Clouthier marcharan juntos para exigir la anulación de las elecciones que le dieron el triunfo a Salinas tras la famosa “caída del sistema” ocasionada por Manuel Bartlett, a la sazón titular de Gobernación y presidente de la Comisión Federal Electoral, los tres excandidatos se convirtieron en enemigos declarados del sistema político gobernante.

Clouthier había conformado su “gabinete alternativo” el 12 de febrero del 89, para confrontar las decisiones del gabinete formal que resultaran desacertadas, prometiendo ser “la sombra” del Presidente a lo largo y ancho del país, a la par que incitaba a los inconformes a la desobediencia civil pacífica.

Cuando falleció Maquío junto con el diputado Javier Calvo, en lo que para muchos fue un accidente provocado, la familia Clouthier sospechó de Salinas de Gortari, sin llegarse a confirmar si hubo o no intencionalidad en el choque cerca de Cruz de Elota, entre Culiacán y Mazatlán. Tres días antes había sido entrevistado en Guadalajara.

Fue la primera muerte notable en el sexenio salinista. La duda persiste hasta la fecha.

El 22 de abril de 1992, explotaron en Guadalajara los colectores. Hubo más muertes de las 212 reconocidas oficialmente. Los deudos y damnificados nunca recibieron la cabal indemnización. El gobierno de Salinas no admitió la culpa de Pemex e inciminaron a una planta de químicos. A poca distancia de la planta “La Nogalera” había una fuga por toma clandestina –primer huachicoleo conocido.

El escurrimiento de gasolina Nova duró días, y los litros derramados y acumulados en el drenaje, fueron calculados por técnicos en 500 mil.

Las denuncias de negocios familiares y las circunstancias creadas por la catástrofe, obligaron al gobernador Guillermo Cosío Vidaurri a renunciar. Nunca fue llamado a cuentas y se le premió con una efímera embajada en Guatemala.

Un año después, el 24 de mayo de 1993, fue ejecutado en el aeropuerto tapatío el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, días después de haberse reunido con Salinas y sus colaboradores más cercanos: José Córdoba Montoya, Manuel Camacho Solís y Luis Donaldo Colosio.

En su libro de casi mil 400 páginas, México, un paso difícil a la modernidad, en el apartado del combate al narcotráfico, Salinas expone, como lo afirmó el titular de la PGR y luego secretario de Gobernación, Jorge Carpizo, que Posadas fue víctima del fuego cruzado entre dos bandas de narcos.

Eso, a pesar de que las evidencias y declaraciones de testigos recogidas por periodistas tras el crimen. Todo apuntaba a una ejecución directa en contra del prelado. Después, el médico Mario Rivas Souza declaró que los disparos fueron “directísimos”.

Días antes de su muerte, el arzobispo habló telefónicamente con Colosio sobre la remodelación que se hacía de la Catedral tapatía. Se habían hecho amigos. Al final preguntó, nervioso, al futuro candidato –me platicó un testigo de calidad que escuchó la conversación:

“¿Cómo terminó aquella reunión (se refería a la que tuvo con Salinas)…? Algo le respondió, al parecer que todo acabó bien.  Al último, se despidió el  señor Posadas con una carcajada. Supuso que ya no habría problemas”.

No se ha esclarecido el asesinato.

En los primeros minutos de 1994 estalló el movimiento zapatista en Chiapas. El opositor interno de Colosio, Manuel Camacho Solís, fue nombrado comisionado para la pacificación. Su protagonismo y el del EZLN ocasionaron que la campaña oficial no prendiera. Mucho se habló de que sería sustituido.

No obstante, aquel discurso del 6 de marzo en el que el candidato veía un México “hambriento de justicia”, impulsó la campaña de Colosio.

El 23 de marzo, a las 17:05 horas, el asesino disparó su revólver calibre 38. De inmediato, un segundo disparo fue dirigido al vientre del candidato. Sólo le rozó. Era calibre 22.

En la página 882 de su libro, apunta Salinas en torno al hecho:

“Durante la noche del 23 de marzo y en la madrugada del día siguiente, creció el dolor por la ausencia del amigo y la rabia ante el crimen traidor. No pude conciliar el sueño. Un desconsuelo profundo me oprimía el pecho. Sólo un esfuerzo enorme me permitió contener el llanto…”

La tarde-noche del mismo 23, en un taller mecánico ejecutaron a dos personas. Una de ellas era Ernesto Rubio Mendoza. A decir de la prensa local, tenía gran parecido con Mario Aburto. Lo calificaron como “El otro Aburto, verdadero asesino del candidato”, en lugar del que está preso. La PGR ha desmentido siempre tal versión.

Otros golpes: el director de la policía tijuanense, Federico Benítez López, fue acribillado el 28 de abril de 1994. Luego, el subprocurador de Baja California, Sergio Ortiz Lara, fue apresado. Agentes de Benítez detuvieron al  agente de CISEN Sánchez Ortega, y Ortiz lo llevó ante la PGR. La prueba del rodizonato resultó igual que la de Aburto.

José Francisco Ruiz Massieu, secretario del PRI, fue asesinado el 28 de septiembre de 1994, al final de una reunión partidista. El autor intelectual, Raúl Salinas, su excuñado, estuvo preso en Almoloya.

En otro orden, el 10 de mayo de 1995 fue tiroteado el procurador de Justicia de Jalisco, Leobardo Larios Guzmán. Sabía la verdad del caso Posadas y fue obligado a aprobar la postura de Carpizo-PGR.

José Arturo Ochoa Palacios, quien era delegado de la PGR en Tijuana cuando lo de LDC,  murió asesinado el 17 de abril de 1996. El 7 de mayo, José Luis Arroyo Rodríguez, teniente coronel, fue ejecutado. Investigaba al estado mayor del candidato.

El 19 de julio siguiente corrió la misma suerte fatal Isaac Sánchez Pérez, jefe de seguridad del PRI, en tanto que Alfredo Aarón Juárez Jiménez, abogado de Othón Cortés, a quien acusaron del segundo disparo, fue ultimado el 17 de agosto, y tuvo suerte similar Jesús Romero Magaña, quien junto con otros seis funcionarios de la PGR interrogaron a Aburto.

El 15 de septiembre de 1999 se suicidó en Estados Unidos Mario Ruiz Massieu, quien, como subprocurador, llevó el caso de su hermano José Francisco. Mario había estado en prisión domiciliaria cuatro años, tras ser señalado de presunto lavado de dinero por más de 8 millones de dólares.

Estos son algunos de los cabos sueltos en torno a hechos y homicidios notables del sexenio salinista y su consecuente inseguridad e impunidad.

Te recomendamos las demás entregas de esta serie histórica:

Juntando cabos sueltos del asesinato de Colosio; lo que me consta (I)

Cabos sueltos: investigador muerto; subprocurador encarcelado (II)

Diego Valadés, injusto y protector de los suyos

“El gobierno federal intentó culparnos del asesinato de Colosio”: Ruffo (IV)

Beltrones evitó viaje de Luis Colosio a Tijuana (V)

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